La leyenda dice que La Pampa tiene el ombú, pero basta con caminar unos pasos por la provincia para derribar el mito: el Caldén es el árbol de este suelo. ¿Cuántos mitos nos rodean? ¿Cuántas fábulas inventadas reproducimos como si fueran ciertas y no lo son? El fútbol femenino estuvo rodeado de ficciones durante por lo menos un siglo: el tiempo que tiene la historia de las mujeres en este deporte. Se escuchó que ellas aburren, que juegan mal, que lo que hacen no es popular porque no las mira nadie. Este fin de semana en Santa Rosa, en el centro del país, miles de futbolistas le tiraron un caño a todas esas patrañas.
La Liga provincial reunió a 50 equipos de toda la provincia, un record. Participaron, en total, 1200 jugadoras en este certamen que se disputa desde hace tres años y que se extiende por tres meses. En el predio Ricardo Forestier, donde se jugó la definición, llegaron a semis dos equipos de la capital, uno de 25 de Mayo y otro de General Pico. El campeón fue Municipalidad de 25 de Mayo, que le ganó 2-1 a Estadio Municipal. Soem, el último campeón, quedó cuarto después de perder con Alma Fuerte.
¿No era que el fútbol no era para ellas? Aquí, en estos días, estos equipos de 8 (se jugó en esa modalidad) se rasparon las piernas, demostraron garra, tiraron lujos, la pararon de pecho, lloraron por las derrotas, se abrazaron por las victorias.
Pero también elaboraron estrategias colectivas para seguir abriendo la cancha. Venían reclamando un campeonato de fútbol 11: en la entrega de premios recibieron el anuncio de que el año que viene lo tendrán. Quedó claro entre todas ellas que las batallas siguen: quieren tener representación, voz y voto en la Secretaría de Deportes de la provincia; una competencia más extensa (la Liga masculina se disputa todo el año); un campeonato nacional integrador y un seleccionado provincial que compita con distintas regiones del país.
La final de la Liga, que es organizada por el Estado, tuvo a dos entrenadoras mujeres. La posibilidad de ocupar lugares de conducción en los equipos es una deuda pendiente del fútbol nacional. De un lado, estuvo Ada Cerna, que tiene 54 años y de chica jugaba en su pueblo con varones y dirige a 25 de Mayo. Perdió la voz este fin de semana de las indicaciones que les dio a sus dirigidas, quienes finalmente se quedaron con la Copa.
Marcela Castro es la DT de Estadio Municipal. Con 44 años es una histórica ex jugadora que integró seleccionados pampeanos. Las dos conducen escuelitas municipales a las que asisten más de cien niñas desde los 4 años. Las dos coinciden en los objetivos: más torneos para seguir rompiendo prejuicios y poder seguir formando futbolistas libres. Las dos tienen otros trabajos: Ada es empleada doméstica y Marcela trabaja en una rotisería y en la Municipalidad de Santa Rosa.
En esta provincia hay mujeres futbolistas que están revolucionando todo. Castro junto a Antonela Chicco, Melisa Evangelista y Telbi Vera trabajan en el armado de un seleccionado que representará a la provincia en los Juegos de la Araucanía, que reúnen a jóvenes del sur de Chile y Argentina. Son todo terreno, mujeres multitasking. Además de dirigir, tienen otros trabajos: Chicco, docente, hace servicio de limpieza en el Consejo de Profesionales de Educación Física y es secretaria administrativa en el Consejo de Asistentes Sociales. Evangelista es empleada en una escribanía y Telbi, madre de dos varones, tiene un cargo no docente en la Universidad de La Pampa. Además, es vicepresidenta del club Belgrano, donde encabeza una escuela de fútbol a la que asisten 50 niñas, adolescentes y mujeres.
Este cruce entre pasado, presente y futuro se vio en las canchas y las tribunas. Las nenas del club Santa Rosa, dirigidas por Myriam Moyano (que además es empleada administrativa en el Ministerio de Educación) querían conocer la historia del fútbol femenino. El sábado asistieron a la charla pública organizada por la Cámara de Diputados de la provincia, una exposición que incluyó el recorrido de las futbolistas en Argentina y donde estuvo presente el vicegobernador Mariano Fernández, quien consideró al fútbol femenino como una «política de estado».
El domingo, en la final estuvo también una Pionera: Mari Acevedo, que jugó al fútbol desde principios de 1960 hasta hace apenas unos años atrás, y que en 1998 fue, junto a Lorena Berdula, una de las primeras egresadas de la escuela de entrenadoras de ATFA.
En La Pampa también hay historia. Una nota del diario local La Arena rescató el primer partido entre mujeres aquí: fue el 30 de agosto de 1963, cuando se jugó un Solteras contra Casadas: «Con un primer tiempo de acciones equilibradas, prevaleció en el segundo el juego de las Solteras, que se impusieron por 2 tantos contra 0, con un gol de cada etapa», se lee en la nota de aquel día, que destaca la cantidad de público en el estadio Mateo Calderón de Santa Rosa.
«Pensar que cuando yo era chica no había nada de todo esto. Me pone muy contenta por todas las nenas que ahora pueden jugar con otras desde chiquitas. Siento que tantas agresiones y ninguneo que sufrimos no fueron en vano. Que luchar tuvo sentido», cuenta Marcela Castro.
En la entrega de medallas, Mari Acevedo les da un consejo a las futbolistas: «A jugar, chicas, a seguir jugando». Simple. Sabe que ahí está la herramienta para ampliar derechos y derribar estereotipos: que ser mujer y jugar al fútbol trasciende el juego mismo. Que genera transformaciones.
Acá en La Pampa, así como en Buenos Aires, Córdoba, Jujuy, Tierra del Fuego y cada punto del país las futbolistas emergen como hormiguitas que salen del refugio para trabajar todas juntas en un mismo proyecto: el de un fútbol (un mundo) más justo.
(*) Por Ayelén Pujol para Página 12