Los resultados de las elecciones de octubre mostraron que la bipolaridad llegó para quedarse a la política argentina en forma de coaliciones. Dos bloques que se enfrentan, y enfrentarán. En La Pampa el largo año electoral dio cuenta de esa tendencia, pero con un dato concreto: todavía el peronismo domina con comodidad el escenario de las ejecutivas y la oposición lo sigue de lejos.
El votante independiente es cada vez más independiente, al menos en las ciudades principales de la provincia, y hace valer su voto. Sin embargo, el desdoblamiento de los comicios pampeanos entre provinciales y nacionales mostró que las y los votantes pampeanos se comportan en bloque. La polarización nacional entre peronismo y antiperonismo se traslada a la mayor parte de la geografía política argentina y repercute sobre todo en las provincias del centro. En La Pampa, la polarización fue alta entre la coalición que encabezó el PJ y la que tuvo como principal fuerza a la UCR: en mayo el voto de ambas sumó el 84,4%, en las PASO el 82,8% y en las generales de octubre el 87,7%. No hay lugar para terceros.
Sin embargo, ocurre un fenómeno que se observó este año que se dividió en dos turnos electorales: en las ejecutivas la mayoría tiende a votar la gobernabilidad y continuidad del peronismo, y los votantes de la oposición al PJ se disgregan en varias opciones más allá que tenga una principal. Y en las presidenciales y legislativas nacionales el voto opositor se congrega en el polo antiperonista, aunque igualmente hay un claro ganador: más del 50% adhirió a la lista del peronismo.
La tendencia nacional
La Pampa fue parte de una tendencia que surcó toda la franja centro del país: surgió un votante que en octubre le dio su respaldo a la boleta de Macri, no porque fuera bueno su gobierno, sino porque estaba en contra del kirchnerismo. Igualmente, el Frente de Todos, el peronismo, ganó en primera vuelta y por el 48% de los sufragios. No fue por diferencias de casi 20 puntos como algunos pronosticaban. Macri, a pesar de pasar su peor momento económico, pudo salvar la ropa subiendo varios puntos más a los que obtuvo en las PASO. Por un lado, el castigo se hizo notar contra el gobierno macrista y fue contundente; por otro, para resguardo institucional, el gobierno de Alberto Fernández tendrá una oposición unificada con la que deberá hacer equilibrios.
El politólogo Facundo Cruz analizó que la distribución geográfica del voto fue prácticamente calcada entre las PASO y las presidenciales. Los votos totales crecieron pero las proporciones se mantuvieron. Y también fue calcada la distribución regional del voto (metropolitano vs periférico). En 2015 el FPV se estancó entre una elección y otra, igual que el FdT en 2019. Cambiemos/JxC creció mucho entre agosto y octubre en ambas regiones (más aún en 2019). Pero no le alcanza: PJ unido deglute tercera vía, afirma.
Y nos da otro dato con estadísticas: se confirma como tendencia en el proceso electoral de este año, tanto a nivel nacional como provincial, el bicoalicionismo, la manifestación electoral de la polarización.
Ejecutivas versus legislativas
Estas son conclusiones entre las PASO de agosto y las presidenciales de octubre, si bien el voto fue lineal: los apoyos iban a la boleta de presidente y vice y arrastraban a la de diputados. Casi no hubo corte. Ahora, comparemos las elecciones provinciales y las nacionales. Dos extremos de un largo año.
El dato de octubre fue la extrema polarización que arrasó con el resto de la oferta electoral entre Fernández-Fernández y Macri. Fue una elección histórica para el peronismo de La Pampa que llegó a los 111 mil votos (50%), y superó a los resultados de mayo que también habían sido contundentes llegando a 107 mil votos y el 52%. El triunfalismo del peronismo tras las PASO, de hecho CFK se comenzó a mostrar más, hizo surgir cierto «votante ausente» en la oposición. El voto peronista se mantuvo, y hasta creció. Pero la oposición sumó a quienes no habían asistido en las primarias, habían sufragado en blanco o apoyado a otras listas: pasó de 64 mil votos en mayo (31,8%), a 68 mil en agosto (32,8%) y a 83 mil en octubre (37,7%).
Las ejecutivas son ampliamente ganadas por el peronismo, que este año estuvo intratable; mientras que las legislativas es terreno más fértil para la oposición. Sin embargo, en las ejecutivas, que son las que valen, se fortalece el PJ, y en la oposición se dispersa ese voto sacándole competitividad.
Vamos a los votos locales
El voto de Santa Rosa fue más K y más anti-Macri. Esta vez la campaña fue puerta a puerta. «El voto se sostuvo y creció en los barrios, donde hay más necesidades que en Pico y el peronismo siempre llega hasta ahí», indicó uno de los «coroneles» de la campaña del PJ. Si en mayo para gobernador se alcanzó los 33 mil votos, en octubre se logró 38 mil. Santa Rosa y Toay se han convertido en el núcleo del voto peronista en La Pampa.
Donde la oposición mostró su mejor cara fue en General Pico. En mayo el PJ había obtenido 18.300 mil votos a gobernador, y ahora estuvo en 17.800. Apenas bajó. Pero mientras en mayo la oposición se fragmentó restándole fuerzas, y muchas, a Cambiemos (11.100 votos), esta vez se unió ya refractaria al kirchnerismo detrás de una lista y apoyó a Macri alcanzando los 16.400 votos. Si no hubiera sido por Roberto Lavagna que obtuvo unos cuántos apoyos, 2.900, podría haber sido otra la historia local para Juntos por el Cambio. El resultado igual no le gustó al gobernador Carlos Verna porque apenas estuvo 3 puntos arriba en su bastión. Hubo quienes achacaron el resultado a los que «no militaron» arrastrados por el triunfalismo que dejó la primaria o porque en esta larga transición de gestiones no hubo referencias. Sin embargo, hay que matizar: al calcular mayo y octubre, el peronismo mantuvo el nivel de votos.
La polarización y las coaliciones ya son un sello del escenario político nacional. Y también del provincial: por primera vez el PJ fue cabeza de una alianza y la oposición suma cada vez más partidos en su frente, más allá de la frustración de las urnas. La política pampeana se va tiñendo de las tendencias nacionales.
(*) Por Norberto G. Asquini