El tratamiento de la nueva ley de agroquímicos puede ser una oportunidad para empezar a debatir sobre los sistemas productivos sustentables para la sociedad y la naturaleza.
Los recientes acontecimientos que se desarrollaron en nuestra provincia con la suspensión de la comercialización de agroquímicos por los incumplimientos de la fundación Campo Limpio que debía gestionar los envases, puso de manifiesto un aspecto crucial del actual sistema productivo, pocas veces subrayado. Nos referimos a la absoluta inestabilidad que presentan los agroecosistemas actuales de monocultivos y altos insumos. El nerviosismo que ganó las discusiones en torno al tema, con la amenaza de que se perderían los cultivos, es muestra de la dependencia de los insumos externos que presenta este sistema productivo. Esta situación no es anecdótica y podría repetirse en el futuro, por diversos factores internos o externos al país.
La lista de aspectos negativos que presenta el actual sistema productivo es extensa: emisiones de gases de efecto invernadero; exportación masiva de nutrientes; contaminación de las aguas subterráneas; aumento de la ocurrencia de inundaciones; expulsión de mano de obra y de productores; presencia de agroquímicos en alimentos; aumento del costo en dólares; daños sobre la salud de la población y muchos otros que no incluimos. Debemos sumar la absoluta debilidad del sistema agroalimentario ante situaciones externas, ya sea económicas, normativas o biológicas.
Un primer paso
El envío por parte del Ejecutivo del proyecto de ley de «gestión integral de plaguicidas» pone en el centro del debate nuevamente el tema de los agroquímicos, enfocándolo desde la salud humana y ambiental. Con este enfoque se establece la prohibición de las aplicaciones terrestres a menos de 500 metros de los poblados y de 3.000 metros para las aéreas.
Sin embargo, el proyecto que pretende reducir la conflictividad en las áreas periurbanas, insiste con la idea de que los agroquímicos son «imprescindibles» para producir. Es el momento, creemos, de asumir que esta ley puede funcionar como un primer paso para avanzar hacia otro sistema productivo, sustentable, con rostro humano, en armonía con la naturaleza, estable y soberano para el productor y para la provincia. Es claro entonces, que la respuesta no estará en los mismos modos de razonamiento que nos llevaron de forma repetida al fracaso, es necesaria una nueva forma de entender los sistemas productivos agroalimentarios.
El último Censo Nacional Agropecuario reveló que unos 5.277 productores en el país producen sin la utilización de agroquímicos de síntesis química, el Censo los diferencia entre orgánicos, biodinámicos y agroecológicos, aunque fuera de los rótulos los tres comparten muchas cosas en común. La agroecología avanza principalmente de la mano de productores y técnicos particulares, también a veces, el eco en las instituciones potencia la transformación y hace que la transición sea más accesible para los productores. Las experiencias de las provincias de Santa fe, Misiones, de ciudades como Rosario, Gualeguaychú y los municipios que integran la Renama (Red Nacional de Municipios y Comunidades que fomentan la Agroecología), los módulos agroecológicos del INTA (Barrow, Bordenave, Marcos Juárez, etc), y la reciente noticia de la creación de la Dirección Nacional de Agroecología en el ámbito de la Secretaría de Agricultura Familiar son algunas de las experiencias donde el Estado participa activamente del impulso de una nueva agricultura.
¿Qué es la agroecología?
Como disciplina científica la agroecología se plantea la aplicación del conocimiento de la ecología en el rediseño de los agroecosistemas, imitando los procesos por los cuales, en los ambientes naturales, se reciclan los nutrientes, se estabilizan las poblaciones de insectos potencialmente dañinos, se construye la fertilidad de los suelos, se mantienen en equilibrio las comunidades vegetales, etcétera. Sin embargo, no se trata de un ambientalismo ingenuo que se plantee la no intervención sobre ambiente sino en producir los alimentos, fibras, energía potenciando la fertilidad y productividad del suelo y no destruyéndola.
En nuestra provincia 29 establecimientos rurales se han reconocido como agroecológicos en el último Censo agropecuario, un total de 41 si sumamos los orgánicos certificados y los biodinámicos. Es todavía una pequeña facción que día tras día crece lentamente, haciendo frente no solamente a las inclemencias del crudo clima pampeano sino también a la hegemonía de un discurso que invisibiliza otras agriculturas.
Cordones agroecológicos
En este contexto, las zonas de exclusión a las fumigaciones son una oportunidad para avanzar más en experiencia, conocimiento y práctica en modelos productivos realmente sustentables que nos permitan mejores condiciones para el cambio de paradigma productivo, el cual no solo es necesario sino también ineludible. Para ello, es imperioso incorporar al cuerpo de la ley el fomento activo de la agroecología con políticas y recursos puntuales, contemplando de forma especial a los productores que quedarán afectados por la normativa, facilitándoles la transición productiva y evitando que esas tierras se destinen a fines no productivos.
Estos cordones agroecológicos, se podrán transformar además en fuentes de alimentos sanos en proximidad a los pueblos, sustituyendo gran parte de los alimentos que actualmente entran a nuestra provincia desde tierras distantes, fortaleciendo las economías locales y la soberanía alimentaria provincial.
(*) Carlos Anzorena (Ingeniero agrónomo –UNLPam; Asesor en agroecología de productores y municipios en las provincias de La Pampa y Buenos Aires)