viernes 29, noviembre, 2024, Eduardo Castex, La Pampa

El virus del individualismo bobo (*)

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El nuevo embate de la «antipolítica» estalló en las redes: «Que se vayan todos», «que se bajen los sueldos», «Alberto el miserable sos vos», y tantas otras frases esparcidas como sentencias irrebatibles. En cierto modo lo son, no hay modo de razonar en las redes con quién sólo quiere un motivo para seguir odiando.





Groseras pero certeras, nacidas de usinas que nunca descansan, expertas en detectar el bache justo en el que memoria floja y escasa conciencia de clase forjan terreno fértil para multiplicar afirmaciones que no soportan el mínimo careo con la realidad. Ahí está lamentablemente, una parte del rebaño desorientado dispuesto a vomitar sin siquiera rumiar eso que señores de traje ratificarán al micrófono o en grandes editoriales escritas desde el corazón del poder.

¿Cómo puede ser que un trabajador medio se enoje porque le piden a un empresario que se hizo rico a costas de la plata de todos nosotros -históricamente- que no sea miserable?

¿Cómo nos indigna más ese adjetivo que 1500 trabajadores volviendo a casa desempleados en el peor momento? ¿Cómo es posible que puedan pedir el retiro de la política cuando más se la necesita?

En Argentina tenemos más del 40 por ciento de la población sumida en la pobreza y una clase media adelgazada pero -por alguna extraña razón- existe un importante sector de la sociedad que elige sentir empatía por las élites de poder a las que claramente no pertenece y despreciar a sus pares.

El mundo entero destaca en este momento lo importante que es contar con Estados fuertes para enfrentar los efectos de la pandemia. Ciudadanos de diferentes países golpeados por el virus piden la intervención estatal para garantizar el acceso a la salud, pero en Argentina asistimos a un repentino rebrote de uno de los virus más peligrosos: el individualismo bobo. Si, tiene entre sus síntomas más importantes el rechazo a la política y al bienestar colectivo.

No hay otra manera para salir de esta pandemia y de esta miseria que con más Estado, con más políticas, no lo dice sólo Alberto, no lo dice sólo China o Cuba, también lo dice Macrón en Francia. Se lo reclaman a Trump y Bolsonaro.

Es probable que muchos acordemos discutir los sueldos de la política -algo que hasta el año pasado, mientras millones de niñes ingresaban en la pobreza a nadie se le hubiera ocurrido- pero el debate por la distribución de los recursos y de la riqueza debe ser necesariamente mucho más amplio y serio.

¿No sería lógico también pedir un aporte a los que hicieron negocios obscenos con las tarifas de energía, obra pública, alimentos, soja, timba financiera, incluso hasta el presente? ¿No deberíamos interpelar a los empresarios que dejaron la función pública en diciembre y que estuvieron cuatro años de los dos lados del mostrador? ¿Y a los que se les permitió blanquear su dinero sin más? ¿Y si pedimos estatizar todo aquello que debe ser contemplado como un derecho y se administra con lógica mercantil?

La facilidad con la que se nos convence de salir a defender el estatus de nuestra oligarquía realmente asusta. La emprendemos contra lo único que puede salvarnos y contra nuestros vecinos, jamás con los poderosos parásitos de nuestros recursos. Como decía John William Cooke , los pobres que juegan para la derecha son como los perros que cuidan la mansión, pero siempre duermen afuera. Los patrones agradecidos (bueh, nunca lo suficiente).

(*) Por Felicitas Bonavitta (conductora de CPETv de Santa Rosa y Las 40! en AM 750 de Buenos Aires)

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