jueves 28, marzo, 2024, Eduardo Castex, La Pampa

La UNLPam nacional: primera lucha en la que los jóvenes fueron protagonistas (*)

Este 12 de abril se cumplen 47 de la nacionalización de la Universidad de La Pampa. Un hecho institucional gravitante para la provincia, y que se logró por la única lucha encabezada por jóvenes que hubo en la provincia. Fueron ocho vertiginosos días de marchas en las calles, asambleas multitudinarias para la época, tomas de edificios en Santa Rosa y General Pico y contagio popular.





El momento político

Situémonos en abril de 1973 en el terremoto social y político de los primeros meses de 1973: la dictadura militar había caído y la democracia volvía con Cámpora al gobierno y Perón al poder. El país ardía. Se vivía un clima de “primavera política” en un contexto de radicalización de las posiciones, la apertura electoral que alentaba las reivindicaciones sectoriales, la resistencia a los últimos vestigios al gobierno militar en retirada y un compromiso mayor con las corrientes de liberación.

Las fotografías, algunas inéditas hasta ahora, fueron capturadas por el periodista Juan Carlos Pumilla, quien fue uno de los cronistas de las jornadas de abril del 73. Las imágenes quedaron guardadas en negativos hasta que las recuperó tres décadas después.

En ese marco, el gobierno de facto que entregaba el poder el 25 de mayo había dejado pendiente la nacionalización de algunas universidades provinciales. Para las y los estudiantes de La Pampa pasar a la órbita nacional era urgente: se desjerarquizaba la Universidad pampeana frente a otras casas de estudios, estaba limitaba en lo presupuestario y requerían una mayor calidad académica. El gobierno nacional tenía en sus manos el estudio de factibilidad para nacionalizar la casa de estudios. Las y los universitarios querían la firma del decreto sin dilaciones, antes de que el general Lanusse abandonara el cargo para evitar que quedara todo en suspenso. Para entonces, se habían creado las universidades nacionales en Río Cuarto, Luján, Lomas de Zamora, Salta y la del Noroeste de Buenos Aires, entre otras. Pero los trámites se detuvieron en marzo del 73.

Días previos a las elecciones

La lucha de la nacionalización fue la primera, y se puede decir la única, encabezada por la juventud. Pudo haber manifestaciones y acompañamiento a otros reclamos institucionales o gubernamentales, pero esta fue una movilización puramente juvenil.

A principios de marzo del 73, cuando comenzó la actividad académica, un clima agitado por el fervor de la campaña electoral y la euforia ante el cambio por un gobierno popular, recorría Santa Rosa. En ese marco, tres días antes de las elecciones presidenciales y provinciales del 11 de marzo, cuando las campañas proselitistas habían cerrado y el candidato del peronismo, Héctor “Tío” Cámpora, descontaba su triunfo, las y los estudiantes de las tres facultades (Agronomía, Económicas y Humanas) se reunieron en asamblea en el gimnasio del club Santa Rosa. En la jornada anterior, cada sector había definido su estrategia para reclamar por la nueva Universidad, y en las asambleas de cada Centro de Estudiantes había triunfado la movilización. Sólo restaba decidir conjuntamente el carácter que iba a tener.

El día 11, Cámpora fue votado por cinco millones de argentinos para presidente de la Nación, a la espera del regreso de Perón. En La Pampa -como en otros catorce distritos- los candidatos a gobernador, José Aquiles Regazzoli (Frejuli) e Ismael Amit (Mofepa) no lograron sortear la segunda vuelta y forzaron una nueva elección provincial para el 15 de abril.

Con los resultados a la vista, hubo una nueva asamblea universitaria y se debatió cómo apurar una definición antes del traspaso del mando. Se emplazó a las autoridades provinciales, estaba en el cargo como gobernador Benjamín Angel Trapaglia, para concretar la nacionalización y así evitar medidas de fuerza.

Comienza la lucha

En la noche del 4 de abril, una multitudinaria asamblea conjunta se reunió en el patio central de la Facultad de Agronomía en la calle Pellegrini, casi avenida San Martín. “No cabía un alma”, graficaría en una entrevista el dirigente estudiantil José Mendizábal. Allí se votó y ganó la postura de la “huelga” de estudiantes y la toma del edificio del Rectorado. Al grito de “¡Nos vamos al Palomar!” una columna de jóvenes, marchó por las calles desde el anexo universitario hasta el Rectorado en Mansilla y a las 0.30 del día 5, 350 manifestantes comenzaron la lucha por la nacionalización con la toma del edificio.

A la madrugada empezaron a circular infinidad de volantes del Comité de Lucha Interfacultades. Un comisario de la policía provincial, llegó hasta el lugar, ingresó y explicó a los manifestantes las leyes y artículos que se estaban violando con la protesta. Luego de oírlo, las y los estudiantes que estaban en el lugar, decidieron continuar con la ocupación y despidieron al uniformado. La lucha estaba en marcha.

Fortalecer la lucha

El día 5 la protesta universitaria salió a la calle, con el objetivo de extenderla al resto de la comunidad y ganar el respaldo de la sociedad santarroseña. Dentro de El Palomar se vivía un estado de asamblea permanente. Por la mañana habían cortado el tránsito de Mansilla, en pleno centro, y los alumnos cobraban un peaje voluntario a los vehículos para el “fondo de huelga de universitario”.

Por la noche, hubo otra marcha por el centro de la capital. La movilización llegó a los 800 manifestantes, según la prensa, y participaron profesores universitarios, trabajadores no docentes y militantes de organizaciones políticas y sociales. Cuando pasaron  frente al Colegio de Bachilleres Nocturno, los alumnos abandonaron las aulas y se declararon en huelga, al igual que los de la Escuela de Bellas Artes.

Para el día 6, las y los estudiantes de General Pico, de la Delegación de Humanas, se adhirieron a la medida sumando a los de la delegación de la Universidad Tecnológica Nacional (UTN) y de colegios secundarios.

Esa tarde se había constituido en El Palomar el Comité de Lucha que integraba a los grupos que apoyaban la protesta. Había representantes de los núcleos juveniles de los partidos políticos -menos del Mofepa- y agrupaciones de izquierda y combativas; en su conformación, los estudiantes universitarios quedaron en minoría porque había un delegado por cada agrupación sindical, partido o corriente de opinión.

Los alumnos observaron el posible naufragio de la protesta, en esa extensión de la participación a otros grupos donde afloraban diferencias ideológicas y metodológicas, que derivaban en inútiles discusiones en cada reunión.

A última hora del 5, las y los alumnos de quinto año del Colegio Nacional acercaron su solidaridad. En el Rectorado se recibió una llamada telefónica.

Entonces llegó la llamada que le reclamó al que estaba en el turno atendiendo el teléfono:

–¿Ustedes son pelotudos o se hacen? –dijo la joven voz en la línea.

–¿Por qué? –preguntó extrañado.

–Porque los estuvimos esperando esta mañana para que nos vinieran a buscar. Somos de quinto año del Colegio Nacional. Queremos ir al paro.

–Mañana a los 8 estamos ahí –fue la respuesta.

Con el ingreso al Comité de Lucha de los secundarios, la toma de las decisiones quedó exclusivamente en las y los universitarios.

La conciencia de la calle

El viernes 6 de abril con las primeras luces del día, comenzaron en El Palomar los relevos de las guardias, y empezaron a llegar apoyos escritos de diversos sectores, comestibles y dinero. A medida que las distintas comisiones recorrían las casas comerciales del centro santarroseño, empleados y comerciantes manifestaban su solidaridad y además de entregar aportes, se comprometían a difundir y propagandizar la lucha.

Pero la mayor novedad era la incorporación a la lucha de los estudiantes de los colegios secundarios. Al promediar la mañana, una nutrida columna de universitarios recorrió diversos establecimientos en procura de solidaridad activa de profesores y alumnos.

Los activistas pasaron por el Industrial, el Normal y los colegios católicos de mujeres y varones. Hablaron curso por curso y muchos salían de las aulas y se dirigían al Palomar.

Nelson Nicoletti, periodista del diario La Capital, recordó que por la tarde, más de 1.000 estudiantes de enseñanza media, universitarios y público en general se congregaron en la plaza San Martín para marchar hacia el rectorado.

Por la noche, el apagón de los comerciantes oscureció el centro santarroseño. Los negocios se plegaron al paso de una manifestación que recorrió nuevamente las calles denunciando la postura del gobierno de Lanusse de haber detenido el trámite de nacionalización. A la marcha encabezada por los universitarios se fueron sumó gran cantidad de vecinos; mientras las antorchas iluminaban la noche a medida que avanzaba la nutrida columna.

El día del apagón

El sábado 7 fue una jornada intensa en asambleas; esa mañana tuvo al Palomar como epicentro de la actividad. Diversas comisiones redactaban y picaban los esténciles con los últimos comunicados.

Mientras, el gobernador Trapaglia explicaba al periodismo que el gobierno de las Fuerzas Armadas firmaría el decreto el lunes 9.

Pero los estudiantes estaban cansados de promesas y varios, empujados por la inercia de la lucha asumida en otras protestas, no iban a dar marcha atrás hasta que se lograra el objetivo.

Por la noche, volvieron a marcha cientos de personas hacia la plaza San Martín; un inmenso cartel, pregonando la lucha, guiaba la columna. Al llegar a la esquina de Gil y 9 de Julio se formó un círculo y el primer orador de la noche arengó al público a rodear de solidaridad los planteos estudiantiles. Cuando volvieron a marchar, cerca de allí, en Avellaneda, una docena y media de guardias de Infantería, fuertemente armados con palos y lanzagases, había formado un cordón en la calle con el claro intento de no dejarlos avanzar hacia el norte.

Si bien luego se explicó la presencia policial, porque en la Catedral ubicada frente a la plaza asumía el nuevo obispo.

¡Avancen sobre el Nacional!

Una nueva medida de fuerza aumentó la apuesta la noche del lunes 9 de abril. Centenares de estudiantes universitarios, secundarios y militantes de distintos sectores populares tomaron las instalaciones del Colegio Nacional, que dependía del Ministerio de Educación de la Nación y donde también funcionaba la Facultad de Económicas. La discusión de nacionalizó.

Se ingresó por una ventana y se cerraron fuertemente las puertas; mientras el grueso de los estudiantes y demás sectores populares quedaron en el perímetro del Colegio para garantizar la ocupación.

Cuando en el interior discutían los métodos organizativos –comida, mantas, guardias, número de ocupantes, horas de rotación-, dos patrulleros de la policía provincial estacionaron frente a la puerta del establecimiento, con varios uniformados en su interior. Poco después el delegado de la Policía Federal fue hasta el aula donde sesionaba el Comité de Lucha, y les dijo que debían desalojar el edificio, máxime teniendo en cuenta que en el lugar “se encontraban infinidad de señoritas”.

Esa noche, luego de una gran asamblea, con el temor de un desalojo violento, a las cinco de la madrugada, los estudiantes conformaron grupos, con frazadas en el piso y alguna guitarra todavía sonando, y se entregaron al sueño en los pisos del Nacional. Los bancos se habían amontonado en las paredes de las aulas y en algunas realizaron grafittis que rezaban “La Pampa está que arde”. Fueron noches de acercamiento, discusiones y de desveladas hasta el amanecer en las que se debatía en rondas.

Un contagio peligroso

Santa Rosa se había revolucionado, y el conflicto se iba a extender a algunas localidades del interior. El lunes 9 en General Pico, a las 21.30, se realizó una asamblea popular que congregó a unas mil personas en la Escuela Normal. El movimiento piquense tuvo una gran adhesión institucional, de la JP y el grueso de los universitarios de la UTN.

Luego del encuentro, una marcha por las calles de la ciudad norteña logró sumar a los alumnos del Colegio nocturno Lubetkin, quienes abandonaron las aulas. La concentración adquirió caracteres espectaculares para la localidad y fue precedida por autos y camiones que hicieron sonar sus bocinas.

Al día siguiente, el martes 10, el salón de actos de la Escuela Normal se vio colmado otra vez, incluso rebasado en su capacidad por una multitudinaria asamblea estudiantil. Por aclamación se resolvió disponer un plan de lucha propio en solidaridad con el que estaban realizando los universitarios y secundarios de Santa Rosa.

Distintos comités de solidaridad con la lucha, promovidos por el estudiantado secundario, se habían constituido durante esos días en varios pueblos del interior: en General Acha tomaron la resolución de no asistir a clases; en Jacinto Arauz repudiaron la dictadura militar y se declararon en estado de asamblea permanente; en General San Martín decidieron difundir la lucha entre los habitantes del pueblo. En Winifreda, los alumnos del colegio secundario Cristo Redentor también apoyaron la medida y aparecieron en paredes y cordón cuneta frases como “Apoye la nacionalización – Universidad nacional”. El miércoles 11 se agregó el personal docente y el alumnado del Instituto Manuel Belgrano de Macachín. También hubo movimientos en Realicó y Colonia Baron.

En estado deliberativo

En esos actos que se realizaban dentro del Nacional se leían a través de un megáfono las adhesiones enviadas por un arco heterogéneo de apoyos. Mendizábal recordó: “Estábamos leyendo un día las adhesiones en el Nacional que venían de varios lugares como la Cámara de Comercio y el que estaba a cargo leyó: ‘De las 20 caras bonitas de La Estancia con la nacionalización’. Se escucharon varias risas. La Estancia era un cabaret bastante conocido y las chicas se solidarizaban con nosotros. Cuando se llega a esos sectores marginados de la sociedad civil es cuando se ha tocado lo más profundo”.

A esa altura, convulsionados los colegios secundarios y sus aulas vacías, el debate llegó también a las familias y en las mesas durante las comidas los padres y las madres hablaban con sus hijas e hijos, muchos de los que no concurrían a clase en adhesión a la lucha.

Varios padres habían participado el martes en horas de la tarde de una asamblea pedida por las autoridades secundarias. “Se había hablado de que iban a aplicar la doble falta y progresiva para los alumnos en huelga y en una semana quedaban fuera. Hubo una reacción de padres del Normal que dijeron ‘Ustedes nos ponen entre la espada y la pared porque los chicos van a perder el año’. ‘Si ustedes se desmoronan se escapa la lucha, pero si nos sostienen ganamos’”, indicó Dardo Hernández.

Para entonces se habían corrido versiones sobre desmanes dentro del Nacional. Se hablaba de atropellos, escenas de relaciones íntimas de parejas y roturas en las instalaciones. Mientras los padres estaban adentro, llegó sorpresivamente el juez federal Felipe Cortéz Funes para inspeccionar las instalaciones. Al día siguiente los diarios sacaban las declaraciones del juez en las que afirmaba que estaba todo en orden y desmentía los rumores sobre serios daños en el lugar.

El miércoles 11 se difundió un comunicado oficial que el gobierno nacional había firmado el decreto de nacionalización de la Universidad. Esto creó un clima de expectativa en la población pampeana.

A último momento del 11, en General Pico, los alumnos de la UTN y la Facultad de Humanidades tomaron el edificio de la Escuela Normal, el tercer establecimiento ocupado de la provincia. La acción fue realizada luego de finalizada una asamblea popular a la que habían concurrido 1.500 personas.

Lo que se supo conseguir

El jueves 12 se ingresó al octavo día de la toma de la sede del Rectorado. En tres días se votaba en la provincia. Cuando estaba por comenzar la asamblea diaria, llegó al edificio el juez federal Cortés Funes junto al jefe de la Policía Federal.

El magistrado tomó el equipo y expresó a los cientos de manifestantes en el recinto: “Hace diez minutos, el presidente de la Nación firmó la Ley 20.275, por la que se dispone la nacionalización de la Universidad de La Pampa”.

Hubo algarabía y cánticos de victoria. Sin embargo, los dirigentes universitarios acallaron las muestras de alegría y cuestionaron:

–Queremos ver el papel -hasta que no llegase el decreto, no se iba a abandonar las tomas de edificios.

Momentos después, en perfecto orden salieron del Colegio Nacional en dirección a la plaza San Martín donde entonaron el Himno Nacional. Varios regresaron al establecimiento y lo pusieron en orden antes de abandonarlo. La lucha había terminado.

(*) Por Norberto G. Asquini (periodista e investigador / autor de “Crónicas del Fuego” y el capítulo del libro “La Universidad de La Pampa. 50 años de historia”, donde abordó esta lucha).

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