Con un estricto protocolo sanitario para evitar contagios en los equipos y a sus propias familias, más de 40 obreros convivieron durante dos semanas en un hotel alojamiento mientras participaban de la construcción del hospital modular de Florencio Varela, uno de los 12 centros asistenciales concluidos para fortalecer el sistema sanitario frente a la pandemia de coronavirus.
Para garantizar que la construcción de la docena de hospitales modulares no sufriera demoras o contratiempos por eventuales contagios de Covid-19, todos los equipos de construcción (nueve en la provincia de Buenos Aires y otros tres en Santa Fe, Córdoba y Chaco) trabajaron en estricto aislamiento.
Los protocolos de protección imprimieron una nueva dinámica en la labor de los obreros, ya que todo lo que ingresaba a la zona de construcción, desde los insumos hasta las viandas de alimentos, debía ser aislado y desinfectado antes de que el equipo lo tocara.
En el sur del conurbano bonaerense, el hospital modular de Florencio Varela fue construido como un anexo de la Unidad de Pronta Atención (UPA) 11, en la avenida Novak al 900, y añade al sistema sanitario local más de 20 camas de terapia intensiva y más de 100 de internación.
El trabajo estuvo a cargo de la empresa Ecosan y el jefe de obra fue Leandro Llop, un técnico de 29 años oriundo de Avellaneda que desde 2019 vive con su pareja.
«Al día de de hoy todavía no sé de qué color era el cuarto en el que dormí durante dos semanas porque todas las luces rojas de la habitación nunca me dejaron identificarlo», contó entre risas a Télam Llop, sobre el hotel alojamiento de Florencio Varela en el que se alojó al igual que los más de 40 obreros.
Llop aseguró que «lo primero que tuvimos claro fue que los equipos que estaban acá trabajando no podían volver a sus hogares por el tiempo que durara la construcción; en un momento éramos 45 personas que cuando terminábamos la jornada nos íbamos todos juntas a un hotel alojamiento».
El hospedaje, ubicado a 15 cuadras del hospital modular, fue elegido por su cercanía a la obra ya que por la pandemia todos los hoteles permanecían cerrados.
«En mi habitación había algún problema de presión de agua, y para que el agua llegue a la ducha y pueda bañarme tenía que dejar abierta una canilla y apretar el botón del inodoro a la vez», ejemplificó Llop sobre las vivencias durante esos días.
Asimismo, el jefe de obras señaló también que «los hoteles alojamiento no están pensados para estadías largas o para viajes de trabajo, en mi habitación había un sólo toma de electricidad y tenía que elegir si enchufaba el teléfono o la computadora para trabajar».
«Por la pandemia hay muchos comercios y servicios cerrados, como los lavaderos de ropa que habitualmente usamos cuando estamos trabajando, pero ahora no se podía así que la gente del hotel se portó muy bien y nos habilitó el sector de calderas y unas canillas para que nos lavemos la ropa y podamos secarla», agregó.
Durante las dos semanas de la construcción todo lo que entraba a la zona de obra debía ser depositado por los proveedores en un punto específico; en el caso de los materiales uno de los operarios se ponía un traje de protección, los rociaba con lavandina y alcohol en gel y después de un tiempo prudencial se utilizaban.
Los alimentos de todo el día llegaban siempre a las siete de la mañana y al igual que con los materiales se los aislaba y desinfectaba antes de llevarlos a las heladeras; además, una vez por hora se detenían todos los trabajos para que los operarios se lavaran las manos.
Al finalizar el hospital modular, el personal médico del UPA 11 hisopó a todos los obreros que dieron negativo a coronavirus, al igual que los trabajadores que en estas semanas llevaron adelante el resto de los otros hospitales modulares.
«Eso para nosotros era muy importante porque todos éramos conscientes que podríamos haber llevado el coronavirus a nuestras casas si no nos cuidábamos», remarcó Llop.
Aníbal Benítez, un obrero de 28 años oriundo de José C. Paz que participó de la construcción, contó a Télam que «siempre trabajé con esta constructora y cuando me convocaron para este proyecto lo acepté sabiendo que íbamos a tener una mecánica de trabajo con mucho cuidado sanitario».
«Lo más importante fue que como equipo todos entendimos que teníamos la responsabilidad de cuidarnos y cuidar a todos los demás; por eso cumplimos con los protocolos tanto en la obra como en el hotel alojamiento», remarcó.
Andrés, otro de los operarios del equipo, resaltó que «fue una muy buena experiencia como grupo humano y la pasamos muy bien todos; al principio cuesta dejar a la familia en casa en este contexto de pandemia pero después te acostumbrás».
«En casa también estaban preocupados por nosotros, pero nos cuidamos siempre y nuestra rutina era del hotel alojamiento a la obra y de la obra al hotel alojamiento para no correr riesgos», añadió.
En tanto, Manuel, que también trabajo en la construcción, destacó que «en el hotel nos trataron muy bien y nos dieron una mano para que nos pudiéramos acomodar de la mejor manera posible. Fue una linda experiencia como grupo porque hicimos todo juntos y porque nos cuidamos mucho».
Más de mil personas trabajaron en las 12 unidades que permitirán sumar 840 camas de terapia e internación, funcionarán las 24 horas, contarán con un equipo de 100 trabajadores de la salud por cada hospital y, una vez que finalice la pandemia, quedarán para la comunidad.
Además del hospital modular en Florencio Varela fueron construidos en los últimos 20 días otros ocho en los municipios bonaerenses de Almirante Brown, Lomas de Zamora, General Rodríguez, Mar del Plata, Florencio Varela, Quilmes, Hurlingham, Tres de Febrero y Moreno, y otros tres en el interior del país. uno en Santa Fe, en Granadero Baigorria, otro en Resistencia (Chaco) y un tercero en la zona de Gran Córdoba.