Dos hijos de Silvio Cufré, el primer trabajador de la salud muerto por coronavirus, también contrajeron la enfermedad y tras recuperarse decidieron donar su plasma para «salvar vidas», como hacía su padre.
«Cuando estaba donando plasma, sentí que ese era mi deber y, por un momento, pensé que al llegar a casa le iba a contar lo que hicimos a mi padre… pero en verdad ya lo sabe porque él estuvo con nosotros cuando donábamos, no en cuerpo, pero si en espíritu», expresó a Télam Matías Cufré, de 18 años, uno de los seis hijos de Silvio, el enfermero que falleció a causa de la Covid-19 el 18 de abril último y se convirtió en el primer trabajador de la salud muerto por la pandemia en el país.
Entusiasmado, Matías afirmó: «Donar fue una experiencia hermosa y pienso volver a hacerlo cuanto antes».
Matías y sus cinco hermanos, entre ellos dos mellizas de 12 años, también contrajeron coronavirus cuando su padre enfermó. Silvio Cufré trabajaba en el Instituto Médico Brandsen y ninguna autoridad de la clínica le avisó que al menos dos de los pacientes a los que atendía en terapia intensiva tenían la enfermedad.
Estuvo expuesto al virus al tratar al abuelo y al padre del jugador de fútbol Walter Montillo e incluso le ocultaron la situación cuando uno de ellos falleció y le dijeron simplemente que había muerto de «un paro cardíaco».
Tras la muerte de su padre, los seis hijos de Cufré se enteraron de que ellos también estaban contagiados y luego de recuperarse los tres mayores, Nicolás, de 24 años; Agustín, de 22; y Matías, de 18, decidieron donar su plasma para mejorar el tratamiento de los pacientes críticos de coronavirus.
Agustín y Matías concretaron el jueves último la donación en el Instituto de Hemoterapia de La Plata; mientras que Nicolás deberá esperar unas semanas para hacerlo debido a una dolencia que lo obligó a tomar antibióticos.
«La idea de la donación se le ocurrió a mi hermano Nicolás y enseguida nos gustó, estábamos ansiosos; mi madre está encantada y sé que mi papá también lo estaría», asegura convencido Matías.
Nicolás y Agustín Oliva son los hijos mayores de María José Oliva, la esposa de Silvio, que los crió y amó como hijos propios y ambos se refieren a él como su padre.
Nicolás recordó ante esta agencia que apenas la Organización Mundial de la Salud anunció la pandemia de coronavirus, el enfermero lo advirtió: «Me dijo a mi, que soy el más callejero, `O te quedás encerrado acá o si te vas a lo de tus amigos te quedas ahí cumpliendo la cuarentena, porque acá está tu mamá y tus hermanitas más chicas´. Obvio que no volví a salir más ni a la vereda, y después de lo de él (en alusión a su muerte) mucho menos».
El joven destacó que su padre nunca supo que estaba enfermo de coronavirus, sino que creyó que tenía una neumonía y agregó: «Nosotros empezamos a sospechar que podía ser Covid-19 cuando él ya estaba internado mal de salud».
Cuando Silvio Cufré murió, la familia quedó devastada de dolor y su angustia se agravó con el hostigamiento que sufrieron de parte de los vecinos del barrio de la localidad de Alejandro Korn donde viven, algunos de los cuales amenazaron con prender fuego la humilde casilla que habitan.
«Fue dura la discriminación de todos. Y tuvieron que ponernos un patrullero que viene todos los días a las 20 y se va a las 7 de la mañana», dijo con tristeza Nicolás.
Su hermano Matías aseguró que no guarda rencor ni bronca hacia sus vecinos porque «las personas se equivocan» y agregó que no odia tampoco porque «el problema del odio es que siempre consume a quién lo siente».
Esa serenidad de espíritu parece heredada de Silvio, de quien Nicolás contó que «jamás lo ibas a ver gritar o pegar a alguien; era de una paz tremenda».
Matías contó que al saber que estaban enfermos como su padre, lo único que les importó fue «cuidar a las demás personas y permanecer dentro de la casa».
Nicolás explicó: «Estuvimos como 50 días sin ir a comprar ni siquiera pan a media cuadra de nuestra casa porque podíamos contagiar a otras personas».
Fue él quien un día oyó en televisión que los que se habían recuperado de coronavirus podían donar plasma y enseguida se lo contó a sus hermanos, que no dudaron en que debían hacerlo.
Tras contactarse con autoridades sanitarias bonaerenses, se les tomó primero una muestra de sangre para evaluar la ausencia de otras enfermedades y finalmente el jueves 2 de julio completaron la donación.
«Duró una hora el proceso y cada uno entregó 790 ml de plasma», explicó Matías, y detalló que «extrajeron la sangre, la centrifugaron, extrajeron el plasma y la devolvieron (al cuerpo) sin el plasma».
Contento contó que los médicos dijeron que podía volver a donar hasta tres veces más, «dejando pasar 15 días, aproximadamente», aclaró.
Agustín y Matías se fotografiaron mientras les extraían plasma portando unos carteles que invitaban a los habitantes del partido de San Vicente a donar y celebraron que otras dos personas de ese distrito viajaron con ellos para hacer lo mismo.
«Parece que de a poco la gente toma conciencia que puede ayudar con tan sólo un poco de sangre», remarcó Agustín.
«Si mi papá estuviera acá, después de la enfermedad, él también habría donado su plasma», concluyó Matías.