El Mundial de Fórmula 1 regresará este fin de semana en Austria con su primer Gran Premio de la temporada tras no poder disputar ninguna carrera a causa del Covid-19 y con la urgencia de salvar un negocio que en los tres primeros meses del año tuvo pérdidas de 42 millones de dólares.
Liberty Media, propietaria del Mundial de la máxima categoría del automovilismo deportivo, siempre se mostró interesad en poner en marcha la actividad este año, incluso desde las primeras semanas de la pandemia.
En juego aún está un negocio de 2.022 millones de dólares y una audiencia de 1.900 millones de espectadores en todo el mundo.
Primero, obviamente se canceló el Gran Premio de China y con la pandemia golpeando duramente a Europa, el gran circo viajó a Australia para disputar su primera carrera. Sin embargo, la prueba nunca llegó a disputarse tras la renuncia de Mercedes luego de aparecer el primer positivo en su equipo. Posteriormente se sucederían las cancelaciones de otros GP, como Vietnam, Bahréin, España, Holanda, Mónaco y Azerbaiyán.
A principios de abril la F-1 comenzó a preparar su plan de regreso, estipulando como fecha clave los primeros días de julio, conscientes de que no sólo el calendario estaba en juego, sino también una cada vez mayor presión financiera. Durante el primer mes de pandemia global, a partir de mediados de marzo, la F-1 recortó un 71% los costos operativos, hasta 43 millones de dólares. Los gastos administrativos y de estructura, sin embargo, sólo se pudieron rebajar un 15%, hasta 28 millones de dólares.
No obstante, el recorte no fue suficiente para evitar la caída de sus ingresos en el primer trimestre, que se desplomaron un 84%, hasta 39 millones de dólares, y volver a entrar en pérdidas tras sanear su balance en los años anteriores.
Ante una situación especialmente delicada, en la que la F-1 no obtuvo ningún tipo de ingreso televisivo, la base de su negocio, el Mundial tuvo que recurrir a ingresos extraordinarios para financiarse. A finales de abril, la gestora hizo su primer encaje de bolillos para obtener músculo financiero. Libery Media movió activos entre sus filiales y Formula One Management vendió el 33% de la empresa de conciertos Live Nation a SiriusXM Group. La F-1 recibió una inyección de 1.500 millones de dólares para reforzar su balance y afrontar la crisis del Covid-19, ya que ninguna escudería percibió pago alguno por esta operación.
Dos meses más tarde la categoría recibiría un segundo tubo de oxígeno tras llegar a un acuerdo con los acreedores para refinanciar 3.400 millones de dólares a través de una de las subsidiarias de Liberty Media.
En total, logró la refinanciación de un préstamo por 2.902 millones de dólares y de la línea de crédito revolving de 500 millones con la que cuenta.
La F-1 espera que el balance de resultados correspondiente a los meses de abril, mayo y junio aún presente una notable caída de ingresos y unos números rojos aún más pronunciados, dado que la competición comienza este fin de semana.
La previsión es salvar la mayor parte de los contratos televisivos y comerciales, aunque la gestora aún no ha dado a conocer a cuánto podría ascender la caída de ingresos, pese a la reanudación. Lo que sí está confirmado es que se perderá de forma íntegra la parte correspondiente a la venta de entradas, que está en torno al 10% de los ingresos de la competición. El resto se reparte entre el canon de las ciudades y los derechos audiovisuales (un 30% cada categoría), y los patrocinadores, que equivalen al 15% del total. La asistencia a los recintos creció apenas un 2% en 2019, hasta 4,2 millones de espectadores y una media de 200.000 por cada gran premio.
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