Con dos testimonios y un audio donde se deja entrever que Pablo Daniel O’Lery fue quien mató a Felisa Acevedo, continuó hoy, por séptimo día, el juicio oral que se le sigue a ese imputado y a Melody Cecilia Martines, por el homicidio criminis causa, en concurso real con robo, de la docente de 86 años. El hecho ocurrió el 31 de agosto de 2018, en el departamento de la víctima, en Santa Rosa, y ella falleció tres semanas más tarde como consecuencia de los golpes recibidos. En momentos está previsto que se escuchen los alegatos.
Al comienzo de la audiencia, y a pedido de la defensa de O’Lery, declararon dos testigos, el informático Luciano Marcos Ortiz y Oscar Armando Ferreyra.
El primero manifestó que participó –junto a expertos policiales– de una pericia a tres celulares para geolocalizarlos al momento del hecho; pero que ello no pudo hacerse porque no obtuvieron las contraseñas de los teléfonos. A su vez, Ferreyra corroboró la versión de O’Lery sobre que le compró un Fiat Línea a su pareja y que pagó entregando un Gol 2015 y dinero en efectivo.
Con la declaración de Ferreyra existió un contrapunto entre el tribunal y la defensora oficial Silvina Blanco Gómez, porque el testigo llegó al Centro Judicial, pero se le requirió que volviera a su casa porque vive a metros de la frutería y verdulería donde se detectó un caso de coronavirus.
La defensa insistió con que su testimonio sea presencial, pero el presidente del cuerpo, Andrés Olié, dijo que era riesgoso y por eso dispuso que Ferreyra testificara a través de una llamada de Whatsapp.
A posteriori, el fiscal Facundo Bon Dergham pidió escuchar el audio de una conversación entre Martines y su padre. Allí se da a entender que O’Lery mató a Acevedo y que no quería hacerse cargo. “Vos no vas a matar a la viejita…”, dice el padre. “Pero él se quiere despegar”, responde ella.
– ¿Vos saliste antes que él?, pregunta el papá, aludiendo al departamento.
– Sí, y me fui caminando.
– No pueden inculparte nada.
– Pero a él no pueden inculparle nada. Yo estuve ahí.
– Hay que comprobar que vos no mataste a la viejita. ¿Tenés manchas de sangre?
– No.
– Vos lo habrás hecho con la intención de robarle… Pedile perdón a Dios. Decí: “Señor Jesús me entrego a ti, lavame con tu preciosa sangre”.
– Yo leo la Biblia.
– Sí, pero no es solo leer la Biblia. Hay que estar realmente arrepentido; no para salir y después estar de joda. Dios es maravilloso. La vida que vos tenía no es…Dios te está preparando una vida muy linda para vos.
“NO LE TOQUÉ UN PESO”
La acusada Melody Martines pidió hablar. No respondió preguntas. Lo suyo fue un monólogo y terminó llorando.
“O´Lery sabía que yo necesitaba trabajo y que Felisa estaba buscando a una persona –comenzó–. Me dijo que lo sabía porque la mujer de un amigo había trabajado allí. Él me llevó un sábado, estacionó casi en la puerta y me indicó que el departamento era el de la primera puerta a la derecha. La mujer me tomó y me pidió que fuera el martes a la tarde. Cuando salí, Pablo me estaba esperando. Subí a la camioneta y me preguntó si había entrado. Le respondí que sí. Me llevó a mi casa y compró comida. Me preguntó cómo había visto la casa por dentro. Nunca sospeché de nada”.
Siguió: “Luego él empezó a ir más seguido a mi casa. A la tarde, a la noche… El martes a las 17 volvió a ir y se ofreció a llevarme al trabajo. Le dije que no iría porque no tenía con quien dejar los chicos ya que Toto (Juan Edgardo Gómez) no había aparecido. Después, el miércoles no lo vi. Ese día fui caminando hasta lo de Felisa. Tenía que estar a las 19. Ella me recibió enojada porque le había fallado el día anterior. Limpié y me pagó 250 pesos”.
Martines contó, además, que el dije que se encontró en el departamento de la víctima y que la fiscalía mostró que ella lo tenía en el cuello los días anteriores al hecho, era suyo. Y que lo había dejado arriba de la heladera.
“Ese miércoles me fui a las 20. Mientras limpiaba vi dinero entre almohadones. Le dejé el número de mi teléfono a la señora, y le pedí que volviera a llamarme el viernes porque era el cumpleaños de mi hijo y necesitaba dinero para organizarle algo; pero no me llamo”, indicó Martines.
“Volví caminando a mi casa. Llegué muy cansada. Toto estaba en la computadora. Me acosté y me levanté a cenar. Estando en el dormitorio, sentí que Nico (por Nicolás Ríos) estaba con Toto. No sé a qué se fue”, agregó.
La imputada señaló que “a la mañana siguiente Toto se fue y yo fui a la casa del padre de mis hijos para armar el cumpleaños. A Toto le dejé las llaves porque era el único que se quedaba con mis hijos. El sábado al mediodía, estando en la casa del padre de los nenes, leí la noticia (de la muerte de Acevedo). Me preocupé mucho. Sabía que me irían a buscar porque había estado en el departamento. El domingo me detuvieron”.
“A Nico lo conocí en una reunión de amigos –prosiguió–. Él había robado bijouterie, incluso me regaló una cadenita. También robó 30.000 pesos con los que se compró una moto. Su mamá lo había corrido de la casa porque no aportaba nada… No sé por qué contó tantas cosas… Habló de una tostadora. ¿Estuvo en el lugar?”.
Precisamente “Toto” Gómez y Nicolás Ríos ofrecieron versiones contradictorias en sus testimonios porque ambos afirmaron haber cuidado ese miércoles a la tarde a los hijos de Martines. A su vez, Ríos aseguró que vio llegar a la acusada a su casa, llorando, ensangrentada y diciendo “me la mandé, me la mandé, la maté”. Gómez, en cambio, desmintió esas palabras y aseveró que Ríos no estaba en ese momento.
“Yo nunca había pisado una comisaría. Hace un año y medio que no veo a mis hijos. No le toqué un peso a esa mujer. Necesito que se aclare todo esto. No tengo más nada que decir. Lo que dije no es mi verdad; es la verdad”, concluyó Martines.