Un medio digital sube un título con palabras o temas como Cristina Fernández, Alberto Fernández, Bolivia, Venezuela, “tomas de tierras”, dólar, coronavirus, reforma judicial y si vamos un poco más allá lenguaje inclusivo, aborto o hasta el uso del tapabocas, para que voraz caiga una andanada de comentarios destructivos, uno tras otro, amparados casi siempre en el anonimato. Ya sea impulsado por militancia política, descarga emocional o puro odio.
Son los “haters”, los odiadores de las redes sociales. Es parte de la política polarizada global que se da como fenómeno en las democracias occidentales, pero que en la Argentina y en La Pampa tiene su propia manifestación. En la pandemia encontraron todavía más espacio para su militancia, hay de los dos polos de la grieta, pero en los últimos tiempos, y eso queda en evidencia en cualquier posteo, son principalmente antikirchnerista o antiperonista. Ahora, alentados por el escenario actual en el que el gobierno nacional enfrenta dificultades por las cifras negativas de la pandemia y un dólar que se disparó, se notan aún más envalentonados. Por supuesto, se manifiestan en las noticias que son nacionales.
No estamos hablando de dar una opinión o de discutir sobre política. Ni siquiera la chicana, común en el mundo futbolero. En esa falsa democracia de las redes sociales prima el que grita más alto, no el que tiene más argumentos. La catarata incluye ataques personales que no escatiman las características físicas, la discriminación o endilgar algún tipo de delito. Solo léase cualquier comentario a alguna noticia sobre CFK. Este martes en las notas que recordaron al ex presidente Néstor Kirchner ocurrió lo mismo. Son comentarios violentos sobre todo. Intentan herir a las personas y clausurar cualquier debate. Como si en un bar uno pateara una mesa recién servida. La mayoría son comentarios de perfiles falsos o directamente trolls. Los segundos son más fácil de identificar: nunca tienen foto y los nombres son seudónimos.
En las redes sociales vinculadas al ecosistema periodístico de La Pampa el fenómeno tiene sus propias características. Los ataques se dan sobre todo en los medios más moderados, criteriosos o que adoptan una línea de cierta imparcialidad. Y donde la moderación de comentarios no es tan estricta. En los identificados con el kirchnerismo, más de nicho, la participación de sus seguidores y seguidoras, fans destacados y habituales, merma el ingreso de este tipo de posteos. En el resto, la jauría no deja lugar a la discusión. Si alguien quiere rebatirlos, desde un perfil falso lo atacarán despiadadamente. Tampoco recibirá respuesta a la discusión.
El silencio de los moderados
La mayoría de las y los usuarios prefieren resguardarse a las y los odiadores en sociedades más chicas como la pampeana, cuando la mayoría “pone la cara”, su identidad y perfil verdadero, en cada comentario. Cuando se es atacado, la reacción inmediata en general es minimizar la actividad. Las formas del odio producen una regulación de la población que está en las redes. El debate queda trunco, porque además los odiadores buscan eso. Para quienes están identificados con el gobierno nacional además, en momentos como indicamos de noticias negativas sobre la pandemia y la economía, hay cierta retracción al debate.
Santiago Bilinkis en una de sus últimas columnas habló de este fenómeno como “el silencio de los moderados” frente a la polarización política. Abordó el miedo que se genera en 4 de cada 5 personas como resultado de las agresiones de ambos lados que llenan gran parte de las charlas y las conversaciones en las redes. Quedan silenciados, muteados, pese a ser la tendencia mayoritaria. El fenómeno no es específico de Argentina. Ocurre en muchas de las democracias occidentales más arraigadas. La grieta está cada vez más extrema y sostenida y hay un aumento sostenido del odio al contrario y la intolerancia.
Qué se puede hacer
¿Hay posibilidades de revertir o al menos moderar esto en las redes? En algunos países, como Francia y Alemania a la cabeza, si bien internet debe ser un espacio libre de expresión, usaron herramientas para moderar la violencia como la regulación en torno a los contenidos y los discursos de odio que están penados con más seguimiento del Estado.
El politólogo Ernesto Calvo, invitado en una charla en la Comisión de Sistemas, Medios de Comunicación y Libertad de Expresión de la Cámara de Senadores, apeló a la responsabilidad de los medios digitales para no diseminar discursos de odio que “funciona mucho mejor que la regulación” de las plataformas digitales.
“Con la responsabilización, las plataformas deben tomar responsabilidad por la transmisión de discursos de odio, de la misma manera que las tabacaleras deben responsabilizarse por las consecuencias del consumo de cigarrillos”, argumentó Calvo.
(*) Por Norberto Asquini – El autor realizó la Especialización en Comunicación Digital (UNLP)