domingo 1, diciembre, 2024, Eduardo Castex, La Pampa

Caso Nadia Lucero: Para el fiscal, el acusado intentó un femicidio por celotipia

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Hoy comenzó vía Zoom, en el Centro Judicial de Santa Rosa, el juicio oral contra Laureano González por la tentativa de homicidio triplemente calificado, en perjuicio de su entonces pareja, Nadia Soledad Lucero. También le imputaron otros tres delitos: abuso sexual con acceso carnal, abandono de persona y portación de arma sin autorización.





La causa tiene tres acusados más por encubrimiento agravado. Ellos son Claudio Ezequiel Reyna, Daiana Manuela Escudero y Franco Luciano Devia, quienes oportunamente fueron condenados por el procedimiento de juicio abreviado, pero el Tribunal de Impugnación nulificó esa sentencia por no haberse escuchado la opinión de la víctima. A posteriori el Superior Tribunal de Justicia ratificó esa resolución.

¿Cuál son los hechos investigados? De acuerdo a la acusación del fiscal Andrés Torino, el  domingo 15 de diciembre de 2019, González (30 años) pasó a buscar a Lucero –con la que convivía desde hacía un mes–, a las tres de la madrugada, por la casa de una amiga. Lo hizo en un Volkswagen Bora gris oscuro.

Una vez que ambos volvieron a su domicilio, el imputado comenzó a golpearla con puñetazos y patadas en todo el cuerpo por «celotipia», provocándole múltiples lesiones, a tal punto que perdió la conciencia. Torino habló de la existencia de «un claro fin femicida».

En ese contexto, el acusado –siempre según la fiscalía– la agredió sexualmente mediante acceso carnal, encontrándose la víctima en condiciones de no poder consentir las relaciones. Recién a las 21.30 «la cargó en el asiento trasero del vehículo, trasladándola por varios lugares», hasta que a las 23.50 la dejó «por muerta, en estado de inconsciencia» en la guardia del hospital Molas, e inmediatamente escapó.

González terminó siendo aprehendido el martes 17, mientras se hallaba oculto de la justicia en la calle Ferreyra Norte 38, domicilio que pertenecía a Claudio Reyna y Daiana Escudero. Allí se le secuestró una carabina calibre 22, una mochila y dos celulares.

Por todo ello, González está acusado de homicidio triplemente calificado, por la relación de pareja, por alevosía y por haber sido perpetrado por un hombre hacia una mujer mediando violencia de género en grado de tentativa; abuso sexual con acceso carnal por haber mediado violencia y aprovechando que la víctima no pudo consentir, agravado por haberle ocasionado un grave daño a la salud física y mental a la víctima; abandono de persona por haber puesto en peligro la vida y la salud de la víctima, a quién el propio imputado incapacitó, agravado por haber ocasionado ello un grave daño en el cuerpo y la salud de la víctima ; y portación de arma de fuego de uso civil sin la debida autorización legal, todo en concurso real y en calidad de autor. Los hechos fueron enmarcados en la 26485 de Protección Integral contra las Mujeres.

Los otros tres y las defensas.

Respecto a Reyna (36) y Escudero (28), se los acusa de encubrimiento por haber ocultado en su domicilio a González y escondido y cubierto con lonas el Bora gris. Eso sucedió «no solo habiendo una orden judicial, sino existiendo un movimiento social para encontrarlo», remarcó Torino en el alegato de apertura.

A su vez a Devia (38) se le atribuye también haber colaborado con González para ocultarse en la casa de Reyna y Escudero y esconder su vehículo. Torino señaló que el imputado tomó contactó con Devia el lunes 16, quien lo trasladó hasta la calle Ferreyra Norte y le facilitó un teléfono. «Tuvo una clara finalidad, que González no sea detenido», subrayó el fiscal. Carolina Muñoz, patrocinante de Jorge Lucero, quien forma parte del proceso como querellante particular en nombre de su hija Nadia, adhirió a ese alegato.

¿Qué dijeron las defensas en el inicio del debate? El defensor particular José Ramón Rodríguez anticipó que probará la inocencia de González. Su colega Carlos Pérez Funes dijo que Devia tiene que ser absuelto porque «están exentos de responsabilidad criminal los que hubieren obrado en favor de un amigo íntimo o persona a la que se debiese especial gratitud», según detalla el artículo 277, inciso 4) del Código Penal.

 

La defensora oficial, Silvina Blanco Gómez, afirmó que Reyna no puede ser condenado porque, según el artículo 34, inciso 2) del C.P., es inimputable quien actúa «violentado por fuerza física irresistible o amenazas de sufrir un mal grave e inminente». Su colega Juan José Hermúa dijo algo similar en nombre de Escudero. «Ella fue amenazada por González de que le haría algo a su hija», argumentó.

El Tribunal de Audiencia, a cargo del juicio, está compuesto por los jueces Daniel Sáez Zamora, Alejandra Flavia Ongaro y Gastón Boulenaz. En principio se prevén seis jornadas más de debate y la comparecencia de otros 33 testigos. Todos los actores participaron desde distintas dependencias oficiales, mientras que Pérez Funes –junto a su defendido– lo hizo desde su estudio jurídico.

«Empezó a convulsionar».

¿Qué dijo González sobre lo que pasó? El imputado declaró que a las tres de la mañana llamó al celular de una amiga para contactar a Nadia y ella le cortó. Volvió a comunicarse y no lo atendió. Así que fue a buscarla y, cuando subieron al Bora, «comenzamos a discutir fuerte porque los dos somos celosos. Ahí le metí una cachetada (sic). Entonces, sobre la colectora de la avenida Circunvalación, ella se tiró del auto».

«En ese momento quise llevarla al hospital, pero ella me pidió que fuéramos al departamento –continuó González–. Se bañó y alrededor de las 4.30 salimos a comprar cocaína. Cuando volvimos, yo me acosté a las 8 y ella se quedó despierta. Recién se acostó a las 19.30 y a las 21 empezó a convulsionar, se le iban los ojos para atrás. ¿Qué hice? Llamé a una expareja y la llevé hasta la casa de su hermana (Joana). Ella me dijo que me arreglara sola. Entonces fui al hospital y la dejé en una camilla. Cuando vi que había dos policías me asusté y me fui porque tenía miedo que no me creyeran lo que había pasado. Quería que se despertara, y que se supiera la verdad, para entregarme».

Por último, González aseguró que «mi relación con el padre de Nadia había sido siempre buena, aunque un mes antes (del hecho) tuvimos problemas por la repartija de una plata grande».

A su turno, Reyna aseveró que el lunes 16 –a media tarde– Devia lo llamó para pedirle si podía guardarle un auto que había comprado y él aceptó. A las 23.30 volvió a llamarlo y le preguntó si podía pasar por su casa. «Apareció en un Corsa verde y bajó junto a González, quien estaba encapuchado y tenía una mochila y algo envuelto (la carabina). Yo no lo conocía. Entraron a casa y Devía me dijo que González se quedaría a pasar la noche. Mi pareja, mirando el celular, se dio cuenta que lo estaban buscando. Por eso le dije que agarrase el auto y se fuera. Pero no quiso. Consumía cocaína y nos amenazaba. Estuvo 17 horas en mi casa y no pude hacer nada hasta que llegó la Brigada de Investigaciones, porque permanentemente amenazaba a mi pareja y a mi hija». El imputado se limitó a dar su versión y no aceptó preguntas.

Escudero brindó un testimonio similar. «Estaba encapuchado y con el arma en la mano continuamente. En todo momento consumió drogas. Estaba pasado de rosca. Cuando le dije a mi pareja que estaba siendo buscando en todas las redes sociales, no quiso irse. Yo no le avisé a la policía porque decía que mataría a mi nena».

Por su parte, Devia –amigo de González– tampoco quiso responder preguntas. ¿Qué testificó? «Laureano me dijo que había tenía una discusión fuerte, que (Nadia) se tiró del auto, que no volvería a su casa por dos o tres días y que después que pasara todo, me explicaría lo que había ocurrido. Así que lo llevé a lo del ‘Chicato’ Reyna, a quien conocía. Llamé a Ezequiel y me dijo que fuera. Estuve en su casa unos 20 minutos, tomando mates, y después no supe más nada de Laureano». Ese último detalle de los mates fue desmentido por Escudero. «En ningún momento tomamos mates», replicó la mujer.

Relatos de testigos.

Los testigos relacionados con Nadia detallaron que González la golpeaba, que con ella solamente podían comunicarse a través del celular del imputado, que la víctima no consumía drogas ni alcohol y que era sana.

Jorge Lucero, el padre de Nadia, manifestó que vio a González una sola vez, en un asado y que su hija admitió en una ocasión que el imputado «le había pegado una piña en un ojo.  También me dijo que la tenía amenazada para que no lo contara».

Sobre aquella noche, dijo que «mi hija Joana me llamó desesperada porque González había pasado por su casa con Nadia en el auto y que ella estaba mal. Cuando llegué al hospital estaba en una camilla. La destapé y vi que, de la cintura para abajo, sangraba y estaba toda lastimada. Me dijeron que su estado era muy grave y no me aseguraron que viviera. Fueron19 días muy feos».

Más adelante, Lucero sostuvo que «sufrimos amenazas y teníamos miedo de que alguien ingresara a terapia. Aún hoy seguimos teniendo mucho miedo. Nadia tiene que ir acompañada a todos lados. A mí, desde un primer momento, no me gustó que estuviera con González porque siempre estaba rodeado con gente mala. ¿Quiénes nos amenazaron? No sé los nombres porque la investigación la hizo la fiscala (Cecilia) Martiní, pero provinieron de parte de González».

Joana Alejandra Lucero, hermana de Nadia, aseguró que antes del intento de femicidio, la vio llegar «golpeada y quemada, aunque ella dijo que era algo que le había pasado en el trabajo». Agregó que  «otro día la vi con un ojo morado y me reconoció que él la había golpeado. Además su hijo más grande también nos contaba que Laureano le pegaba. El nene se fue con ella, pero a la semana no quiso estar más y se quedó conmigo».

La testigo detalló que aquel domingo Nadia debía ir a buscar a sus hijos a su casa y que, a pesar de las llamadas y los mensajes de whatsapp, no le respondió en todo el día. Cuando a las 23.40 llegó Laureano en el Bora «gritando, sacado y pidiéndome que me subiera al auto, me asomé a la ventanilla y observé que tenía un arma. Me dijo que habían discutido con mi hermana y que ella no reaccionaba. Iba en el asiento de atrás, pero no pude ver cómo estaba (por los vidrios polarizados). Le grité, pero no respondió. No sé porqué no subí al auto. Le tuve miedo porque estaba sacado. Yo estaba con mi nene y los dos de Nadia. Cuando mi marido salió a la puerta, González arrancó y se fue…»

Gisela Marisel  Carreras es amiga y trabajaba junto con Nadia en un comercio. Además la cuidó durante su recuperación en el hospital Lucio Molas. Aquel día Laureano llevó a Nadia hasta su casa para que fueran juntas a la ‘bajada’ de su hermano. Aseguró que la víctima «temblaba» cuando el acusado fue a buscarla ya de madrugada.

Además relató que  Nadia, «cada dos por tres, y para no irse con él», se escapaba del trabajo  por la calle contraria a la que Laureano iba a buscarla. «Yo la vi golpeada, pero ella siempre negó» que González fue su agresor. «Nunca decía porqué estaba golpeada», acotó.

Cyntia Álvarez, una expareja de González, contó que el domingo 15 fue a verla hasta una iglesia, a las 21, para pedirle ayuda. «Quería que yo la llevara a la chica al médico y le dije que no. Me dijo que no sabía qué hacer, cayéndosele lágrimas, y que no se acordaba qué había pasado. Nadia estaba en el asiento de atrás. Respiraba muy fuerte y se la veía golpeada».

Más tarde, a las 22.30 o 23, González llegó hasta la vivienda de la testigo y entró directamente a cambiarse un pantalón. «Cuando se iba le pregunté si había llevado a la chica al hospital y me contestó que no y que la llevaría hasta lo de una hermana». Ante consultas de la fiscalía, admitió que González «intentó comunicarse conmigo cuando ya lo estaban buscando» y que durante los años de relación ella también fue agredida.

Su hermana, Micaela Álvarez, manifestó que cuando ya lo estaba buscando la policía, se apersonó a ella en un auto –acompañado por «una mujer de unos 50 años y dos hombres»–, para preguntarle dónde Cyntia.

Un sexto testigo, Kevin Frank, vecino de González, no aportó datos significativos; mientras que el séptimo, Carlos Ángel Pérez, un policía que estaba de guardia en el hospital, contó que a las 23.45 llegó «un vehículo oscuro, del que bajó un hombre con gorra. Le pregunté qué necesita y me respondió una silla de ruedas para una mujer que estaba inconsciente. Fui a buscarla y, al regresar, vi que la mujer ya estaba en una camilla asistida por una enfermera y un médico. Cuando regresé, alcancé a ver la patente del vehículo y al hombre que se iba en dirección a la rotonda del avión».​

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