domingo 24, agosto, 2025, Eduardo Castex, La Pampa

Hoy se cumplen 75 años, del natalicio de Antonio Tarrago Ros (hijo)

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Antonio tarrago ros

18 de Octubre de 1947 – Nace Antonio Tarrago Ros (h), en la Ciudad de Curuzú Cuatia, Provincia de Corrientes. Músico interprete de acordeón, cantor, escritor, autor y compositor.

Hijo de Tarrago Ros, uno de los máximos creadores de la música chamamecera. Su madre Elia Crispina Molina. Matrimonio fugaz el de sus padres. Apenas nacido el niño pasó al cuidado de su abuelo Antonio y sobre todo su abuela Florinda. Mientras sus padres seguían cada uno su camino, comenzó a envolverlo el mundo familiar y amoroso de una casa de catalanes anarquistas, enquistados en el corazón de Curuzú Cuatiá.

Abuela Florinda se impuso como madre amantísima y absoluta. Desconfiada de la escuela pública, a su tiempo decidió enseñarle ella misma los rudimentos del saber, a su propio gusto y convicción. Sin ir a la escuela, leyendo sin método a la dirección de la abuela. Sin religión, en esa casa de ateos de la que jamás salía a confraternizar con otros chicos de su edad que crecían y jugaban del otro lado del ligustro y siempre envuelto en las ensoñaciones del maravilloso padre ausente, que triunfaba con su música tan lejos de él.

Ese mundo mágico y peculiar se truncó abruptamente la morir la abuela a pocos meses de haber fallecido el abuelo, cuando Antoñito tenía 11 años.

En esa ocasión volvieron los padres. Tarrago desde Rosario apenas recalo para el velorio y se fue recomendándole al niño que para cualquier eventualidad, ahí estaba su amigo Gualberto Panozzo, acordeonista, sodero y compadre del alma. La madre llego desde su misteriosa vida de Buenos Aires y también paso como una ráfaga, pero antes lo dejo en casa de su hermana Lala, en el mismo pueblo y desde allí al campo, a la chacra de los Giroto. Así el niño mimado y solitario, sin más obligaciones que las que le imponía el criterio singular de la abuela, pasó a ser un pequeño peón que debía trabajar para mantenerse.

Un día, imprevistamente como siempre lo hacía, apareció de nuevo su madre y decidió que ya estaba bien de salvajadas campestres y se lo llevo al pueblo de Mercedes, cerca de Curuzú, a la casa de su otra hermana Bachita y su marido Macho Pintos.

Bruscos cambios radicales que iban afectando al niño y trazando fuerte su personalidad.

El tío tenía un caballo de carrera que por aquella época fue el mejor amigo de Antoñito. Juntos pasaban las horas que así no resultaban tan solitarias. Un día de juegos más violentos el caballo le mordió la espalda y el respondió castigándolo con la fusta. Pero apareció el tío Macho y arrancándosela de las manos, le cruzo repetidamente la espalda mordida a longazos. Antoñito lloro amargas lágrimas por el dolor de su primera paliza tan injusta. Volvió a aparecer su madre otro día cualquiera para exigirle que asistiera a la escuela, pero esta vez Tarragosito armo un berrinche monumental, exigiendo de una vez por todas que quería vivir con el querido Gualberto, el amigo de siempre de su añorado padre y el único que le prometía el afecto que tan desesperadamente necesitaba.

La música siempre estuvo presente en la familia Ros. El bisabuelo Francisquet pasmaba a los curuzucuateños cuando arremetía con antiguas canciones catalanas que arrancaba de un extraño instrumento fabricado con huesos. Al padre Tarrago muy temprano lo encandilo la música de los menchos y se fue tras ella en busca de su destino y a Antoñito solo le quedaba el querido Gualberto Panozzo, que además de repartir soda pulseaba la acordeona y lo fascinaba mientras le contaba anécdotas del padre lejano.

Ahora su vida era algo muy parecido a la felicidad, cruzando el pueblo en el carro a caballo, repartiendo la soda junto a Gualberto y después, sentarse a su lado aprendiendo a tocar el acordeón y escucharlo hablar de su padre, al que ahora recuperaba más tangiblemente en las palabras del amigo.

Aprendía cosas del eterno ausente que atesoraría para toda la vida y que marcaban los trazos definitivos de su destino, porque, bebía en las palabras de Gualberto, su padre y Cocomarola luchaban en una militancia acérrima por dignificar esta música tan menospreciada dentro y fuera del litoral.

Un día en que se sintió preparado, o tal vez porque las ganas del padre lo ahogaban, se largó de Curuzú con rumbo a Rosario donde estaba el legendario ausente. Se fue con nada de equipaje y dos amigos para la travesía. Partió indocumentado, ya que su abuelo se había negado sistemáticamente a «afiliarlo al estado» y un papelito arrugado con la dirección tantas veces imaginada.

Pero los tres intrépidos se encontraron con la sorpresa de que Tarragó estaba en Buenos Aires. No era justamente su hijo el que iba a volver a Curuzú fracasado en la empresa tan largamente acariciada, así que los tres decididamente continuaron viaje a la Capital, más exactamente al internacional, un hotel de la calle Bernardo de Irigoyen al 500 donde se quedaron tres días invitados por Tarragó.

Antonio puso en claro consigo mismo que le urgía vivir de una vez y para siempre al lado de su padre. La vida de Tarragó (padre), distaba mucho de asemejarse a lo que el suponía debía ser la de las grandes estrellas, su padre vivía modestamente y además, no estaba bien de salud. No paso mucho tiempo antes que se presentara ante su padre en Rosario le aseguro que su única intención era la de ser músico como él.

Y comenzó a trabajar con el conjunto del padre como acordeonista suplente y presentador, mientras iba descubriendo de a poco que si bien Tarragó no era la estrella fastuosa que el imaginaba desde su abandono en Curuzú, era un artista hasta los tuétanos, amado por las gentes humildes, mujeriego, discutidor y solidario. Tarragó era un valiosísimo músico tradicional y su hijo a su sombra, sentía que Rosario le soplaba vientos de renovación de los que se iba llenando con los pies fuertemente atados a sus raíces.

El encuentro con Arsenio Aguirre y su familia, lo mismo que con el músico Chacho Muller abrió la puerta a sentimientos que venía vislumbrando. Desde el chamamé se podía expresar con belleza cosas más importantes de lo que hasta ahora se había contado.

Intentaba trasladar a su padre estos puntos de vista, pero no coincidían.

Muy lentamente se iba mencionando al músico Ros, hijo que ya desvinculado profesionalmente del padre hacia un tiempito que había armado su propio grupo.

A los 20 años sintió que estaba listo para despegar. Junto sus músicas, su verdulera, contabilizo cuidadosamente todas sus ilusiones y proyectos y con tal bagaje se largó a Buenos Aires. Antonito sabia bastante bien hacia donde apuntaba y tenía claras las metas. Por otra parte el brazo largo del padre no dejaba de ampararlo, desde el nombre que el mismo llevaba o con recomendaciones que desde Rosario no dejaba de impartir, como aquella entrevista con directivos de la CBS que nunca termino de concretarse, hasta que Julio Marbiz lo llamo a Microfón.

Por otra parte logro acceder al festival mayor de Cosquín con la mejor repercusión y un estreno absoluto del chamamé en ese escenario, hasta el momento entregado a la música del noroeste y a sus popes.

En el año 1972 Microfón sacó su primer disco «Chamamé».

En la actualidad ha crecido y ha alcanzado cierta serenidad. Se siente bien consigo mismo, con su música, sus hijas que como su papá, también son cantantes y músicos: Irupé (hija de Perla Aguirre) y Laura (hija de Isabel Noriega). El éxito lo abrazo. Es reconocido por su preocupación por el medio ambiente, habiendo llegado incluso a escribir canciones sobre este tema. También ha compuesto música para algunas películas.

Obras: A Violeta parra (con Wilson Saliwonczyk) – Ahí va al tranquito el Juan – Argentina secreta – Café con Canela – Canción para Carito (con León Gieco) – Chamamecito maceta (con Teresa Parodi) – Chamarra de dos orillas (con José Curbelo) – Chamarra de Santa Elena (con Luis Gerardo Lagos) – Como el agua clara (con Teresa Parodi) – De pandorga y miel (con Mateo Villalba y Roberto Romero) – El chamarritero – El cielo del albañil (con Teresa Parodi) – El enchamigador (con Teresa Parodi) – El protozoario – El que no se escondió se embroma (con Miguel Ángel Inchausti) – El vasquito don Chea (con Luis Landriscina) – Floripa – Guacha coli (con Bruno Mendoza) – Hermano chamamecero (con Carlos Pino) – Isidro Velázquez – Jacinto Cachapecero (con Luis Landriscina) – La medalla milagrosa (con Natalia Irupé Ros) – La oruga gigante (con Roberto Fontanarrosa) – La vida y la libertad (con María Elina Morales) – Ladrillero de mi pago (con Pocho Roch) – Lobizón doctor – Luna payesera – María va – Marra (con Yayo Cáceres) – Mi chamamé – Ñangapirí – Pa zapatear o no – Sauce Luna (con Octavio Osuna) – Soy el chamamé – Sudaca – Suite chamamecera – Taipero poriajhu (con Pocho Roch) – Tal vez no deba volver a mi pueblo (con Octavio Osuna) – Tarragoseando (con Octavio Osuna) – Viejo musiquero (con Luis Landriscina) – Yo voy mariscando (con Pocho Roch), entre muchas otras.

Obras integrales: Naturaleza – Pasiones en la historia argentina (con Mario Ernesto “Pacho” O’Donnell).

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