16 de Enero de 1894 – Nace Juan Riera, en Ibiza, España. En ese lugar pasó gran parte de su niñez y adolescencia. Con los años, y a causa de la Primera Guerra Mundial, salió de su país sin rumbo fijo.
En 1914 llegó a la Argentina y se instaló en Tucumán donde estuvo solamente un año, se ganaba la vida como vendedor callejero de masas y confites. En esos quehaceres lo sorprendió la propaganda de «Huaytiquina, paga». Dejó Tucumán y se fue a trabajar de carpintero en la extensión ferroviaria a Socompa. En esos andares no abandonó el oficio de panadero, hacía pan, masas y confites para vender entre la gente del lugar. Fiel a su militancia anarquista luchó por sindicalizar a los obreros. Tal empeño le costó su trabajo en el ferrocarril.
Su profesión independiente le permitió radicarse en Salta, donde comenzó a tejer su historia personal.
Se casó con doña Augusta Cavalleroni, quien había nacido en Salta. De esa unión nacieron nueve hijos: Hugo, Armonía Electra, Ermes, Floreal, Themis, Ermita, Juan José y Nelson.
Con la ayuda de su mujer retomó el oficio de panadero y confitero. En su local se relacionó con obreros, artesanos, empleadas domésticas, vendedores ambulantes, pequeños comerciantes, empleados estatales, todos y cada uno de ellos le comentaban sus problemas de trabajo: malos tratos, abusos, falta de pago y falta de trabajo. Sensible a las dificultades de sus clientes y fiel a sus principios anarquistas decidió unirlos en un gremio. Fruto de sus desvelos fue la fundación, en 1923 del Sindicato de Oficios Varios. Su militancia sindical y su «peligrosa ideología» lo marcaron como una amenaza para la paz social.
Al producirse, en 1930, el cuartelazo de Uriburu, se fugó a Bolivia para salvar su vida. Pasado el peligro regresó a Salta donde continuó con su actividad gremial y su labor de panadero. Sus hijos mayores se convirtieron en sus ayudantes y son conocidos en las barriadas por su especialidad, el pan cacho, pan preferido por los inmigrantes.
Por otro lado, era el alivio para las personas de menores recursos, que podían pasar por allí a comer o simplemente a cobijarse, cuando los días de frío y hambre amenazaban a punta de lanza.
La panadería de Riera, ubicada por entonces en Pellegrini 515, fue un referente importante en las décadas de los ’50 y ’60. Por un lado, para figuras del folklore, que se juntaban allí para cantar y crear. Allí nació, por ejemplo, el recordado «Dúo Salteño», integrado por Patricio Jiménez y Néstor «Chacho» Echenique. Muchas otras figuras de notable talento pasaron por la panadería de Riera. Según datos aportados por Ermes Riera, uno de sus hijos, entre sus amigos estuvo el poeta español León Felipe, mundialmente conocido. También Manuel J. Castilla, Leguizamón, César Fermín Perdiguero y el reconocido guitarrista Eduardo Falú. En su casa se juntaban Ernesto Cabezas, Jaime Dávalos, Julio Espinosa y José Ríos. Don Cayetano Saluzzi y sus hijos, Dino, Celso y Cuchara, deleitaban con música a los que trabajaban en la panadería. Entre otros estaban Juan Ahuerma, Miguel Antonio Sorich, David Antonio Sorich, Manuel Catán y el artista plástico Antonio Yutronich. También pasaron socialistas, anarquistas y libertarios, como el «Che» Guevara, en viaje a México.
La pluma incomparable del «barbudo» Manuel J. Castilla supo sintetizar en cinco cuartetas el inmenso «amor hacia el prójimo» que el panadero tuvo durante toda su vida. «Cómo le iban a robar, ni queriendo a Don Juan Riera, si a los pobres les dejaba de noche la puerta abierta», dice el estribillo de la zamba, pintándolo de cuerpo entero. La obra fue completada por el genio musical del “Cuchi” Leguizamón.