sábado 23, agosto, 2025, Eduardo Castex, La Pampa

Un día como hoy, hace 111 años, Cayo la «Piedra Movediza» de Tandil

Compartir
Twittear
Compartir
Telegram
Piedra movediza

29 de Febrero de 1912 – Cae la Piedra Movediza de Tandil. Ciudad de Tandil, Provincia de Buenos Aires.

Su base consistía en un punto pequeño que hacía contacto con un vértice redondeado. En su caída rodó barranca abajo hasta la ladera del cerro donde se partió en varios trozos.

Existieron varias teorías que hablaron de supuestos atentados por parte de los canteristas, que se molestaban con la presencia de turistas, o una supuesta orden de Juan Manuel de Rosas (ex gobernador de la provincia de Buenos Aires) de tirarla pero, a pesar de usar una yunta de bueyes para lograrlo, no consiguieron su objetivo.

También se analizó la posibilidad que la onda expansiva provocada por los barrenos de las canteras locales hayan terminado por desgastar la base donde se sustentaba la piedra.

Otra posibilidad pudo haber sido que los turistas arrojaban botellas en su base para que el movimiento de las piedras las quebrara y esto derivó en la caída de la misma.

La Piedra Movediza de Tandil fue una roca de aproximadamente 300 toneladas. La particularidad de dicha mole de granito fue que logró mantenerse en equilibrio al borde de un cerro hasta el día de su caída definitiva.

Desde 2007 existe una réplica ubicada exactamente en el mismo lugar, siendo el mayor símbolo de la ciudad de Tandil. El predio recibió el nombre de Parque Lítico La Movediza. La piedra original se encuentra en la base del cerro, partida en tres grandes pedazos.

La Leyenda: Era el principio de los tiempos. El Sol y la Luna eran marido y mujer: dos dioses gigantes, tan buenos y generosos como enormes eran. El Sol era el dueño de todo el calor y la fuerza del mundo; tanto era su poder que de sólo extender los brazos la tierra se inundaba de luz y de sus dedos prodigiosos brotaba el calor a raudales. Era el dueño absoluto de la vida y de la muerte. Ella, la Luna, era blanca y hermosa. Dueña de la sabiduría y el silencio; de la paz y la dulzura. Ante su presencia todo se aquietaba. Andando por la tierra crearon la llanura: una inmensa extensión que cubrieron de pastos y de flores para hacerla más bella. Y la llanura era una lisa alfombra verde por donde los dioses paseaban con blandos pasos. Luego crearon las lagunas donde el Sol y la Luna se bañaban después de sus largos paseos. Pero los dioses se cansaron de estar solos: y poblaron de peces las aguas y de otros animales la tierra.¡Qué felices se sentían de verlos saltar y correr por sus dominios! Satisfechos de su obra decidieron regresar al cielo. Entonces fue cuando pensaron que alguien debía cuidar esos preciosos campos: y crearon a sus hijos, los hombres. Ahora ya podían regresar. Muy tristes se pusieron los hombres cuando supieron que sus amados padres los dejarían. Entonces el Sol les dijo: -Nada debéis temer; ésta es vuestra tierra. Yo enviaré mi luz hasta vosotros, todos los días. Y también mi calor para que la vida no acabe. Y dijo la Luna: -Nada debéis temer; yo iluminaré levemente las sombras de la noche y velaré vuestro descanso. Así pasó el tiempo. Los días y las noches. Era el tiempo feliz. Los indios se sentían protegidos por sus dioses y les bastaba mirar al cielo para saber que ellos estaban siempre allí enviándoles sus maravillosos dones. Adoraban al Sol y la Luna y les ofrecían sus cantos y sus danzas. Un día vieron que el Sol empezaba a palidecer, cada vez más y más y más… ¿qué pasaba?, ¿qué cosa tan extraña hacía que su sonriente rostro dejara de reír? Algo terrible, pero que no podían explicarse, estaba sucediendo. Pronto se dieron cuenta que un gigantesco puma alado acosaba por la inmensidad de los cielos al bondadoso Sol. Y el Dios se debatía entre los zarpazos del terrible animal que quería destruirlo. Los indios no lo pensaron más y se prepararon para defenderlo. Los más valientes y hábiles guerreros se reunieron y empezaron a arrojar sus flechas al intruso que se atrevía a molestar al Sol. Una, dos, miles y miles de flechas fueron arrojadas, pero no lograban destruir al puma, que, por el contrario, cada vez se ponía más furioso. Por fin uno dio en el blanco y el animal cayó atravesado por la flecha que entraba por el vientre y salía por el lomo. Sí, cayó, pero no muerto. Y allí estaba, extendido y rugiendo; estremeciendo la tierra con sus rugidos. Tan enorme era que nadie se atrevía a acercarse y lo miraban, asustados, desde lejos. En tanto el Sol se fue ocultando poco a poco; había recobrado su aspecto risueño. Los indios le miraban complacidos y él les acariciaba los rostros con la punta de sus tibios dedos. El cielo se tiñó de rojo… se fue poniendo violeta.., violeta. … y poco a poco llegaron las sombras. Entonces salió la Luna. Vio al puma allá abajo, tendido y rugiendo. Compadecida quiso acabar con su agonía. Y empezó a arrojarle piedras para ultimarlo. Tantas y tan enormes que se fueron amontonando sobre el cuerpo hasta cubrirlo totalmente. Tantas y tan enormes que formaron sobre la llanura una sierra: la Sierra de Tandil. La última piedra que arrojó cayó sobre la punta de la flecha que todavía asomaba y allí se quedó clavada. Allí quedó enterrado, también, para siempre, el espíritu del mal, que según los indios no podía salir. Pero cuando el Sol paseaba por los cielos, se estremecía de rabia siempre con el deseo de atacarlo otra vez. Y al moverse hacía oscilar la piedra suspendida en la punta de la sierra.

Compartir
Twittear
Compartir
Telegram

Deja tu comentario!

Planco
Fiestadelagricultor2025 julio2025Antar banner abril2025Sancorseguros agosto2025Cospecltda banner abril2025 400x300Refrigeradossantiago 10agostoExpocastex2025 julio2025 lateral 400x533