jueves 28, noviembre, 2024, Eduardo Castex, La Pampa

Cuando la Patria quedó sola (*)

Compartir
Twittear
Compartir
Telegram

El 3 de julio de 1933, a los 80 años en un modesto departamento del centro de la ciudad de Buenos Aires falleció Hipólito Yrigoyen afectado por graves problemas respiratorios. El martirio del primer caudillo popular del siglo XX y primer presidente elegido mediante el sufragio comenzó con su derrocamiento el 6 de septiembre de 1930. Sus verdugos lo encarcelaron en la isla Martín García, donde con sus 78 años en aquellos tiempos a duras penas podía calefaccionarse con algo de leña.





Fue acusado por un juez obsecuente de la dictadura militar de Uriburu de defraudación al estado. Previamente la Corte Suprema de aquel entonces aplicando la doctrina «de facto» había avalado el golpe de estado siguiendo el dictamen del Procurador de la Corte Horacio Rodríguez Larreta. Se llegó al extremo de la persecución cuando también por un tiempo fue encarcelado Manuel Antillez el abogado defensor de Yrigoyen. Cualquier parecido con la actualidad no es mera casualidad.

El día de la muerte de Yrigoyen su hija Elena y dirigentes del radicalismo le solicitan al gobierno del general Agustín P. Justo, que había asumido la presidencia en elecciones fraudulentas en 1932, que autorice que el velorio de Yrigoyen se realice en un espacio público. La juventud radical de esos tiempos, reclama específicamente que sea en Plaza de Mayo, el gobierno dictatorial se niega, pero a pesar de ello, cuando empieza a conocerse la noticia miles y miles de ciudadanos se agolpan frente a la casa de Yrigoyen donde eran velados sus restos. Tres días dura el duelo y finalmente Yrigoyen es trasladado a pulso por el pueblo que se congrega con una muchedumbre pocas veces vista en la Ciudad de Buenos Aires . A pesar de las cargas de caballería el ataúd sigue en manos del pueblo, que 4 horas después lo deposita por expresa decisión de Yrigoyen en el panteón de los caídos en la revolución del 90.

El pueblo y la Patria quedan huérfanos de su líder. Se extiende la persecución y la represión y centenares de dirigentes radicales, del partido que había sido proscripto, van a parar a los calabozos de la cárcel de Ushuaia o de la Penitenciaría Nacional. Hay dos intentos de sublevaciones aplastadas a sangre y fuego. La restauración conservadora y antipopular abre el periodo que se denominó como la década infame. Se firma lo que se conoció como el pacto Roca Runciman que ató el destino de la economía argentina a los intereses del imperio británico. Cuatro frigoríficos ingleses y norteamericanos se apropiaron del negocio de la exportación de carne. El destino de esas exportaciones tenía solo como cliente al imperio británico.

Lisandro De La Torre, denunció la evasión de impuestos que practicaban estos frigoríficos en complicidad con los grandes grupos ganaderos de la época. Esta denuncia culminó con el asesinato de Enzo Bordabehere, en pleno recinto del Senado, a manos de un sicario que en realidad había sido contratado para matar a Lisandro De La Torre. También se prorrogaron las concesiones privadas a empresas prestadoras de servicios públicos, como el caso de la Chade y la Italo que proveían el servicio eléctrico. Lo mismo ocurrió con el transporte público, se traspasó a manos privadas.

La resistencia del pueblo se organizó detrás del sector yrigoyenista del radicalismo o de nuevas herramientas de lucha como fue el caso de FORJA (Fuerza de Orientación Radical de la Joven Argentina), que lideraban figuras como Arturo Jauretche, Homero Manzi y Luis Dellepiane entre tantos otros, pero la persistencia de lo que denominaban el fraude patriótico, la persecución y la claudicación de un sector del radicalismo impidieron durante 13 años desde la muerte de Yrigoyen en adelante que el pueblo retomara en sus manos su propio destino. Esto recién volvió a ocurrir en 1946 cuando con el retorno de las elecciones libres se inicia una nueva etapa del movimiento nacional en este caso cobijado mayoritariamente en el peronismo. Muchos años después con su proscripción se reinicia el ciclo en el que el pueblo y la Patria nuevamente vuelven a quedar huérfanos. Los argentinos volvemos a estar enfrentados al mismo riesgo. No dejemos sola a la Patria.

(*) Por Leopoldo Moreau, periodista, dirigente del Movimiento Nacional Alfonsinista y diputado nacional por el Frente de Todos.

Compartir
Twittear
Compartir
Telegram

Deja tu comentario!