domingo 6, octubre, 2024, Eduardo Castex, La Pampa

Un hombre que sigue curando grietas (*)

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La figura de San Cayetano se ha transformado con el correr del tiempo en un signo de unidad, tanto para los hombres y mujeres de su tiempo, como para el nuestro.





Durante su vida profesional como abogado trabajó primero para acompañar a las familias con los problemas que se suelen producir en las sucesiones. También fue un artesano de la paz entre las ciudades de una Italia dividida, solucionando conflictos bélicos que producían hambre, dolor y sufrimiento. Se ocupó de los enfermos de peste; creó un Hospital para Incurables, algo muy similar a lo que en nuestro tiempo hizo la Madre Teresa de Calcuta.

Desde la devoción en Argentina en el barrio de Liniers, su Santuario es un lugar de profunda paz y encuentro entre Dios y su Pueblo. Esta es una de las referencias que más escuchamos los sacerdotes cuando recibimos a los peregrinos: «Cuánta paz se siente en este lugar». Cuántas veces reciben la bendición con los ojos cerrados y se percibe una serenidad nueva y renovada en sus miradas, luego de la oración. Las confesiones (reconciliaciones) que se producen en esta Iglesia nos permiten descubrir el poder liberador del perdón. ¡Cuántas historias de personas que luego de muchos años pueden sanar sus heridas más profundas!

Los peregrinos que se acercan tienen su mirada puesta en el santito. No importa el cuadro de fútbol, el partido político, si somos ricos o pobres. San Cayetano nos recibe a todos, como lo hizo en su vida. Fue un sacerdote que vivió con los ojos abiertos mirando a las personas con sus luchas, sufrimientos y alegrías. Podemos decir con toda certeza que no vivió para él, sino que vivió para los demás, para los más desprotegidos y desamparados.

Cada 7 de agosto San Cayetano vuelve a producir un milagro: gente de todas las edades, de distintos lugares, nos ponemos de acuerdo, nuestras vidas se unen para reconocer públicamente que tenemos un amigo en común. La fila de los peregrinos no es un cumulo de gente anónima, sino que se transforman poco a poco en compañeros de camino. Hay una frase que se va popularizando poco a poco: «Un amigo de un amigo es un amigo», eso pasa con Cayetano de Thiene. Juntos venimos a ver a un amigo que nos escucha, venimos a agradecer con el corazón tantas gracias recibidas. Los pedidos que brotan de lo profundo del alma entre lágrimas y con la certeza que él cumple.

El Patrono del pan y del trabajo se gastó y desgastó por los hombres y mujeres de su tiempo. Como buen creyente su mirada estaba puesta en el Cielo, pero con los pies bien en la tierra.

Es difícil de explicar; hay que venir, hay que estar.

Me animaría a decir que hay que disfrutar la experiencia que se vive en este lugar bendecido. La Imagen de San Cayetano es una presencia que nos une y reúne, nos hermana. Los tiempos que le tocaron vivir a San Cayetano fueron muy difíciles: peste, crisis, guerra y división. Él puso el hombro. Ojalá que podamos hacer lo mismo nosotros.

(*) Por el padre Lucas Arguimbau, párroco del Santuario de San Cayetano.

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