La creencia en la tormenta de Santa Rosa es un fascinante ejemplo de cómo un fenómeno natural se entrelaza con la cultura y la religión, dando origen a una leyenda que perdura a través del tiempo.
Todos los años, a medida que nos acercamos al final de agosto, una pregunta flota en el aire: ¿llegará la tormenta de Santa Rosa? El fenómeno ha sido motivo de creencias y tradiciones populares en Argentina y otros países de Sudamérica. Pero, ¿qué hay de cierto en este mito? ¿Es realmente una tormenta recurrente o solo una coincidencia que se ha convertido en leyenda?
Las características de la tormenta de Santa Rosa varía según la región donde se la espera, pero en general se la asocia con un temporal que ocurre alrededor del 30 de agosto, fecha en que se celebra a Santa Rosa de Lima, la primera santa de América.
El origen de la creencia se remonta al siglo XVII, cuando Isabel Flores de Oliva, con sus poderes o sus plegarias -según quien lo cuente-, generó una fuerte tormenta que evitó un ataque pirata.
Quién fue Isabel Flores de Oliva
Isabel nació el 20 de abril de 1586 en Lima, que en ese momento era la capital del Virreinato del Perú. Pero la gente no la conocía por su nombre de pila, sino por Rosa debido a que, cuando era apenas un bebé de tres meses de edad, una criada afirmó haber visto su rostro transformarse en una rosa.
A medida que crecía, Rosa se convirtió en una fuerte devota, y practicaba ayunos y penitencias regularmente. Pasaba varias horas al día observando el Sagrado Sacramento, el cual recibía a diario -una práctica extremadamente rara en aquella época-. Finalmente, después de diez años, hizo voto de virginidad. Ella deseaba convertirse en monja, pero su padre se lo prohibió, por lo que al cabo de unos años ingresó en la tercera orden de Santo Domingo a imitación de su admirada santa Catalina de Siena.
Rosa se permitía dormir solo dos horas al día, de tal forma que pudiera dedicar más tiempo a la oración. Además, usaba una pesada corona de plata, con pequeñas espinas en su interior, emulando la corona de espinas de Jesucristo.
A partir de entonces, Rosa se recluyó en la ermita que ella misma construyó, junto a su hermano Hernando. Sin embargo, atendía a muchos enfermos que se acercaban a su casa buscando ayuda y atención, creando una especie de enfermería en su hogar.
El origen de la leyenda de la tormenta de Santa Rosa
En 1615, unos buques corsarios neerlandeses se acercaron a la costa para atacar la ciudad de Lima, ingresando por el puerto del Callao unos días antes de la fiesta de La Magdalena.
La noticia del posible desembarco enemigo se extendió rápidamente en Lima y alteró los ánimos de los ciudadanos. Ante esta amenaza, Rosa reunió a las mujeres de Lima en la Iglesia de Nuestra Señora del Rosario para orar por la salvación de la ciudad, mientras que los residentes huían a zonas alejadas de la ciudad.
Los rezos no fueron suficiente para Rosa. Además subió al altar, cortó sus vestidos y cosió sus hábitos, ofreciendo su cuerpo para defender a Cristo en el sagrario.
Y acá es donde la historia y la leyenda divergen notoriamente.
El mito cuenta que debido a los poderes divinos de Rosa, cuando los piratas estaban esperando para ingresar al puerto y atacar, se desató un temporal pocas veces visto. Las olas, el viento y los rayos obligaron a los corsarios a retroceder y volver a mar abierto para reparar los barcos. Este acto de la naturaleza fue atribuido a los pedidos desesperados de las mujeres lideradas por Rosa.
Los habitantes de Lima atribuyeron el milagro a Rosa, quien, en sus imágenes, suele ser representada sosteniendo a la ciudad con un ancla, ya que se cree que salvó a los peruanos de sus enemigos.
Los historiadores modernos no están de acuerdo con ese relato. Ellos aseguran que la verdadera causa de la retirada de los barcos sin atacar la capital se debió al fallecimiento repentino del capitán. Los piratas, sin una voz que los guíe, prefirieron dar marcha atrás y cambiar de rumbo. Y lo de la tormenta fue solo una coincidencia.
Canonización
Isabel Flores de Oliva cayó gravemente enferma, y murió de tuberculosis el 24 de agosto de 1617, a los 31 años de edad. Su entierro fue muy notable por la cantidad de gente que asistió, y su casa se convirtió en un santuario. Incluso hubo que llamar a la guardia del rey para que protejan el cuerpo de la multitud que quería llevarse su vestimenta, aclamándola como santa.
La devoción del pueblo se excedió a tal punto, que en pocos años tuvieron que retirarla de la cripta y colocarla en la Iglesia del Rosario
En 1634 se presentó a Roma la causa de beatificación, que finalmente se realizó en el Convento Dominico de Santa Sabina en Roma, en 1668. Fue canonizada por Clemente X el 12 de abril de 1671, proclamándola principal patrona del Nuevo Mundo. En Lima, Roma, España y todos los países de América y Europa se celebraron fiestas suntuosas en honor de la primera santa natural de América y la leyenda de la tormenta de Santa Rosa se expandió tan rápido como la noticia de la huida de los corsarios.
(*) Por Cindy Fernández (Meteored)