El casamiento del oficial inspector Cristian Martín Galván donde vergonzosamente los presos hicieron de mozos en Lonquimay, además de una causa judicial en su contra, provocó daños colaterales en las víctimas de los reos que se encuentran cumpliendo condenadas por graves delitos. “No le di importancia a la noticia hasta que me fueron a visitar mi madre y mi hermana para comentarme que uno de los presos que aparecía en el video del casamiento del jefe policial de Lonquimay, era nuestro progenitor que está sentenciado a 16 años de prisión por abuso sexual”, expresó una docente castense.
Aún conmocionada por los videos que pudo observar en redes sociales y noticieros porteños, expresó su “preocupación e incertidumbre” por las irregularidades que dejó al desnudo este episodio, que tiene a un jefe policial acusado de abuso de autoridad por utilizar seis presos para las tareas de limpieza y servir a los invitados en su casamiento, en un salón de fiestas ubicado “a la vuelta” del edificio policial lonquimayense.
“Nuestro victimario tendría que estar en una cárcel y no en una comisaría. Quién nos garantiza que no salió en otras ocasiones o que no saldrá en otras oportunidades, también sin custodia. Es un preso condenado por un delito grave y se maneja con total impunidad”, se quejó la entrevistada.
“Nosotras no fuimos notificadas y nos parece que si tiene salidas debemos ser notificadas o avisadas. La Justicia no se preocupa por las víctimas, y no controla lo que está sucediendo con la persona que tanto nos lastimó”, agregó.
La joven, que actualmente ejerce la docencia, narró que desconoce “el marco legal”, pero después de la feria judicial realizará “las averiguaciones” para determinar qué medidas tomará “la familia” para evitar que el progenitor “continúe teniendo salidas mientras nuestra familia todavía está sufriendo sus consecuencias”.
Proceso judicial.
La entrevistada reveló que desde los 12 años fue víctima de abuso sexual, y los ataques se continuaron durante seis años; mientras que su hermana comenzó a padecer los ataques sexuales desde los 6 años. La indignación que le provocó ver a su progenitor hacer de mozo en el casamiento del policía en Lonquimay, provocó que por primera vez relate públicamente sus padecimientos, y también los de su hermana.
Recordó que durante el último año del Profesorado de Educación Primaria en la sede General Pico de la UNLPam se inscribió en ESI, que era una materia opcional que dictaba Silvia Siderac. “Crecí en una familia muy conservadora y me pareció importante formarme en nuevos conceptos, nuevas miradas, nuevas infancias para acompañar y entender a los estudiantes”, explicó.
Pero, la profesora, le “marcó un antes y un después”, porque terminó siendo quien le “abrió los ojos” para judicializar “el calvario” que padecían en su casa. “Después de una clase, le pedí a la profe hablar con ella. Rápidamente se dio cuenta. Paralelamente me entero que mi hermana estaba atravesando lo mismo que yo. Silvia me dijo que me esperaba y sino radicaría la denuncia. Hablé con la psicóloga. Y a las pocas clases, me dijo que no podíamos esperar más, porque teníamos que proteger a mi hermana más chica”, recordó.
“Eso nos dio pie para actuar para proteger al resto de los integrantes de la familia y también evitar que les pase lo mismo a otras personas”, aseguró.
Junto a su hermana le tuvieron que comunicar a su madre que eran víctimas de abuso sexual por parte de su progenitor. “Mi mamá tuvo que radicar la denuncia por mi hermana que era menor de edad”, recordó. El padre cuando se enteró de las denuncias, se “escapó” al sur, donde tiene familiares. Y cuando se constató la veracidad de los relatos de las adolescentes, fue a juicio y quedó preso.
“¿Qué resguardos tenemos?”
El proceso judicial comenzó en 2017, y recién el 20 de noviembre de 2019 el abusador fue condenado a 16 años de prisión. “Fueron dos años y medios terribles. Relatar todo lo vivido una y otra vez, declarar frente a esa persona que tanto daño nos provocó…y ahora que debería estar cumpliendo su pena, sale como si nada a fiestas y está en una comisaría sin ningún tipo de controles”, dijo con evidente molestia.
“Qué resguardos existen para evitar que se vulneren derechos de las personas cuando un preso sale y quien controla que no se acerque a nuestra familia. Que garantía tenemos de no cruzarlo nuevamente en la calle, porque se podría haber fugado dado que no tenía custodia, que protocolos existen para estar informados cuando dentro de 10 años está persona salga en libertad y nos quedamos con la duda e incertidumbre de saber si esta fue la primera vez y no será la última que está o estará en libertad”, son algunos de los interrogantes que se plantea actualmente la entrevistada.
Duro relato.
La docente recordó que dejó de ser víctima de abusos sexuales cuando “terminaba el secundario”, porque amenazó a su progenitor que “le iba a contar todo a mi abuela y mi mamá”. Continuó “muy controlador” y la sometió “a violencia emocional, física y psicológica”.
“El maltrato físico se incrementó mucho cuando me puse de novia. No quería que estudie porque tenía que trabajar en el negocio y limpiar la casa. Me tuve que inscribir a escondidas para continuar estudiando, porque yo quería salir de ese círculo familiar cerrado. Primero me inscribí a escondidas en el ITES y un día que se fue al sur me fui con mi mamá, un 26 de diciembre, a General Pico para inscribirme en la UNLPam. Alquilamos a escondidas en enero y se enteró recién en febrero. Se enojó y nos trató muy mal. Me fui con lo puesto, porque todos los muebles eran de mi amiga”, relató angustiada.
La madre comenzó a vender cosméticos, el novio la ayudaba con mercadería o el pago del alquiler y ella trabajaba. “Hacía facturas caseras y las vendía en el buffet de la UNLPam”, recordó. “Tuve todas las becas de la UNLPam y del Estado para salir adelante y recibirme”, expresó orgullosa. “Una vez la mamá de una compañera del secundario le dio a mamá la plata de un alquiler”, recuerda aún agradecida.
-¿Cómo nadie percibió nada, vecinos o familiares, de las atrocidades a las cuáles eran sometidas junto a tu hermana?
-Una característica que se repite en estas personas es que tienen un perfil cautivador, porque te conquista, te charla, te hace chistes y te compra con su personalidad. Las personas de afuera no van a creer que es violento o maltrata a sus hijos. Tienen un doble discurso. Saben a quién mostrar la cara buena y a quien mostrar la cara del horror, porque las puede silenciar. Por eso nadie se dio cuenta de lo que ocurrió en nuestra familia. No se lo imaginaron por sus características personales y como nosotras siempre fuimos de perfil muy bajo, algunos recién ahora se enteran que está preso.