Estamos en la recta final de la campaña hacia las elecciones legislativas que, por sus características –el plebiscito nacional hacia el gobierno libertario de Javier Milei–, tienen una relevancia muy distinta a otras votaciones intermedias en Argentina.
A menos de una semana de votar, en La Pampa el escenario muestra a un peronismo confiado en un resultado favorable con el empuje del antimileismo creciente en la sociedad; a La Libertad Avanza buscando a toda costa descontarle al oficialismo; y a un frente radical que intenta desde atrás lograr el milagro de romper la polarización.
Las encuestas de cada mesa chica muestran tendencias similares. Por eso el candidato libertario en La Pampa, Adrián Ravier, trata de encontrar la fórmula para retener el voto que lo hizo presidente a Milei. Su discurso está encaminado a reforzar el núcleo duro, desde picanteadas retóricas como tratar de «soviético» al gobierno del PJ (la «magia» del discurso disruptivo se quedó sin pólvora y hasta el mismo Milei en sus apariciones se parece al tío borracho de la boda) y una exaltación del «milagro» económico que hace agua: hablar de recuperación cuando la recesión es un hecho o de inversiones cuando el dólar se quiere disparar.
Este lunes estará el ministro Federico Sturzeneger para cerrar la campaña de LLA, otra señal al voto duro que no mueve el amperímetro. Igualmente, los libertarios tienen ese voto espontáneo o silvestre, antiperonista y hater, que no se mide pero existe.
Entre esos manotazos para buscar votos para la lista violeta esta semana tiró una frase que heló la sangre de los mileistas de paladar negro: dijo que «hay rumores que dicen que Di Nápoli y Verna nos apoyarían». El intendente de Santa Rosa, tal vez obligado, lo cruzó feo.
Esa desesperación deja otro mensaje: que el peronismo sigue siendo central y está fuerte en La Pampa a pesar de todo. Como la frase de Juan Domingo Perón que circula como chiste pero que lo dijo en serio, parece que «peronistas somos todos». Para Ravier se necesita el voto peronista aunque se odie todo lo que huela a estatismo y populismo. Hasta dijo que el candidato radical Federico Guidugli y parte de la UCR son peronistas porque no quisieron aliarse a él. Los libertarios de primera hora hasta los tratan de kirchneristas. Para mensurar sus palabras, hasta el secretario de Agricultura de la Nación, Sergio Iraeta, que vino a hacer campaña por él, terminó admitiendo la potencia del peronismo que «tiene que ver con la gestión pública para beneficio de los ciudadanos».
El peronismo, por su parte, parece confiado (¿tal vez demasiado?) en los números de las encuestas y en una sociedad cada vez más harta del circo libertario que enflaquece sus bolsillos. En los últimos días pareció frenar un poco el ímpetu y hasta en General Pico, si bien la intendente Fernanda Alonso se muestra en campaña, la estructura parece trabajar a media máquina. Santa Rosa es otra cosa y el acto del 17 de octubre lo dejó en claro. El gobernador Sergio Ziliotto es la cara de esta campaña y la defensa de su gestión el punto fuerte. Aunque haya matices, se han sumado todos los sectores a militar (salvo algunos pocos que prefieren la plancha). Las palabras del candidato Abelardo Ferrán, de que «Ziliotto es mi líder», marcan quién será el que capitalice (o no) el resultado.
Del lado del frente radical tenemos, como dijimos, la necesidad del milagro. Guidugli quiere meterse entre las dos opciones que pelean la elección para salvar a la UCR. Hay algo que emparenta a peronistas y radicales: ambos tienen como principal adversario en esta elección a Milei. En los últimos días los intendentes radicales, que fueron los que impulsaron la lista ante el caos que se asomaba, pusieron la cara para militar el voto propio. Se vio a varios jefes comunales, uno de ellos el achense Abel Sabarots o el victoriquense Hugo Kenny, aparecer junto a los candidatos.
En menos de una semana se vota. La pregunta no es solamente quién gana, sino quién queda de pie para el día después.
(*) Por Norberto G. Asquini