Por su trabajo para lograr cultivos resistentes a las olas de calor, la bióloga e investigadora principal de CONICET Gabriela Carolina Pagnussat obtuvo este martes el premio L’Oréal-UNESCO “Por las Mujeres en la Ciencia” en Argentina. Su investigación, que se desarrolló a partir del apoyo del Estado en ciencia básica, apunta a solucionar un problema con un impacto económico de alrededor de 60 mil millones de dólares al año a nivel global. “El apoyo de los Estados a la ciencia básica tiene que existir, porque es el camino a la innovación; si no hay innovación, no hay descubrimiento científico”, destacó la ganadora en diálogo con este diario, en una crítica al gobierno nacional que desfinancia al sector científico.
El premio L’Oréal-UNESCO “Por las Mujeres en la Ciencia” en Argentina distingue la excelencia científica y estimula la participación de las mujeres en ese ámbito. En esta 19º edición se premiaron proyectos enmarcados en Ciencias de la Vida. La ganadora en la categoría Beca 2025 fue Mehrnoosh Arrar, también bióloga e investigadora asistente CONICET, por un trabajo dirigido al diseño de antivirales para el dengue. Además, se entregaron cuatro menciones.
Pagnussat recibió un apoyo económico de 15.000.000 pesos y Arrar, 10.000.000 pesos, para que puedan continuar desarrollando sus proyectos.
La ganadora del premio principal vive en Mar del Plata, tiene 53 años y es madre de tres hijos, de 25, 23 y 17 años. Pagnussat contó a Página/12 que ella y su marido –también científico– regresaron al país con el programa de repatriación que se desarrolló durante el gobierno de Néstor Kirchner. En ese momento estaban trabajando en Estados Unidos. “Estuve seis años como investigadora posdoctoral en la Universidad de California”, recordó. Volvieron en 2009.
Pagnussat es doctora en Ciencias de la Universidad Nacional de Mar del Plata y se desempeña en el Instituto de Investigaciones Biológicas CONICET-UNMdP. Además, es CEO de la empresa de base tecnológica ThermoReLeaf, de la cual es cofundadora, creada en 2024 y que justamente, buscará aplicar la tecnología desarrollada para generar plantas resistentes al calor. La probarán en cultivos de soja y arroz. Y la idea es instalar la empresa también en EE.UU. en 2026, detalló.
“Usamos la tecnología CRISPR/dCAS9 para activar genes en plantas sin introducir ADN externo, aprovechando su propia maquinaria celular”, explicó. El objetivo es estimular artificialmente la memoria del estrés por calor, un mecanismo natural que permite a las plantas resistir altas temperaturas. Normalmente, las plantas desarrollan termotolerancia adquirida cuando son expuestas antes a un calor moderado, lo que activa genes y proteínas que las preparan para sobrevivir a temperaturas extremas.
“Nosotros descubrimos un gen —SWAP— clave en ese proceso y buscamos activarlo directamente, sin necesidad de una exposición previa al calor”, precisó. En otras palabras, la investigación apunta a “enseñar” a las plantas a recordar un estrés térmico que nunca sufrieron, preparándolas para resistir olas de calor cada vez más frecuentes por efecto del cambio climático. “Este es un problema que no solo afecta a cultivos en la Argentina o a la región, sino que es un problema global. Se calcula que tiene un impacto económico de más o menos unos 60 mil millones de dólares, pero además tiene un impacto social con subas de precios de alimentos, con pérdidas de fuentes de trabajo, con movimientos de los límites de tierras cultivables, entre otros”, enumeró.
La investigadora explicó que el proyecto, que hoy muestra un gran potencial biotecnológico, es fruto de 12 años de investigación básica en biología molecular. Durante ese tiempo, su equipo descubrió un tipo de muerte celular programada que ocurre en respuesta al calor e identificó los genes involucrados, conocimiento que ahora les permite desarrollar esta poderosa herramienta biotecnológica.
–¿Por qué decidió hacer ciencia? –le preguntó este diario.
–Mi vocación se despertó en el colegio secundario, a raíz de un taller de genética. Fui al Colegio Nacional Ilia, que depende de la Universidad Nacional de Mar del Plata. Pensaba seguir Medicina pero descubrí con ese taller que me encantaba la genética. Y por eso me anoté en la carrera de la Licenciatura de Ciencias Biológicas. Creo que es sumamente importante el colegio secundario para despertar vocación en ciencia y en ese sentido es también clave la conexión entre las universidades y los colegios.
–¿Qué opina de la política actual hacia la ciencia del Gobierno nacional?
–Justamente este tipo de premios son sumamente importantes en este momento para visibilizar lo que hacemos, y para mostrar por qué es importante apoyar a la ciencia básica. Este es un proyecto que parece que tiene una aplicación enorme. Nosotros incluso fundamos una empresa en la cual soy CEO donde hacemos plantas resistentes a las olas de calor. Pero todo surge de un proyecto de investigación básica que tuvo apoyo del CONICET y de la Agencia de Promoción de Ciencia y Técnica, Científica y Tecnológica. Sin ese respaldo hubiera sido imposible llegar hasta donde estamos ahora. El apoyo de los Estados a la ciencia básica tiene que existir porque es el camino a la innovación; si no hay innovación, no hay descubrimiento científico. Y el descubrimiento científico se da con ciencia básica. El capital privado no va a la ciencia básica, eso es una decisión de los Estados. Es fundamental la articulación entre el Estado y el sector privado para impulsar el crecimiento y el desarrollo de proyectos con base científica. Pero sin el apoyo a la ciencia básica, eso es imposible. En este momento, por otra parte, hay una crisis también de recursos humanos, o sea, los becarios son difíciles de encontrar porque la situación también es bastante difícil para ellos. Hay pocas becas para hacer los doctorados y eso es fundamental.
Las otras ganadoras
La ceremonia de premiación se llevó adelante en el auditorio del Centro Cultural de la Ciencia. Estuvieron presentes máximas autoridades de las instituciones participantes del Premio –los tres varones, detalle no menor–, como Yann Le Bourdon, presidente y gerente general de L’Oréal Groupe en Argentina; Ernesto Fernández Polcuch, director regional de UNESCO y Daniel Salamone, titular del CONICET. También hubo autoridades de la Embajada de Francia en el país, representantes de la comunidad científica, instituciones académicas y representantes de distintas ONG´s que promueven el liderazgo de las mujeres.
El premio L’Oréal-UNESCO “Por las Mujeres en la Ciencia” busca reconocer y celebrar a mujeres científicas en diferentes etapas de sus carreras, desde talentos emergentes hasta investigadoras consolidadas.
Las dos categorías premiadas tienen a su vez dos menciones cada una. Una mención categoría Premio 2025 fue para Eva Virginia Acosta Rodríguez, bioquímica y doctora en Ciencias Químicas por la Universidad Nacional de Córdoba. Trabaja en la Facultad de Ciencias Químicas de la UNC y en el Centro de Investigaciones en Bioquímica Clínica e Inmunología (CIBICI) del CONICET. Ella fue reconocida por su trabajo para identificar mecanismos inmunológicos que permiten un mejor equilibrio entre la respuesta inflamatoria y la regulación inmune en artritis reumatoidea.
La otra mención en la categoría Premio 2025 fue para Luciana Balboa, investigadora independiente del CONICET, en la disciplina medicina básica por el diseño de una estrategia innovadora para el tratamiento de la tuberculosis pleural. Ella es Licenciada en Ciencias Biológicas y Doctora en Ciencias Químicas de la UBA y trabaja en el Instituto de Investigaciones Biomédicas en Retrovirus y Sida (INBIRS), Facultad de Medicina, UBA-CONICET. Las menciones en la categoría Beca 2025 las recibieron las biólogas e investigadoras asistentes del CONICET Myriam Boivin y Sabrina Soledad Gavini

















