lunes 29, diciembre, 2025, Eduardo Castex, La Pampa

Gestionar las emociones: una necesidad urgente para nuestro bienestar (*)

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Meditacion PascalGabriela 27diciembre2025

En el año 2024 realicé una diplomatura en Emociones en el Aprendizaje (Aula Abierta, Villa María, Córdoba), una formación que me permitió profundizar en el rol central que cumplen las emociones en nuestra vida cotidiana y en los procesos de aprendizaje. Allí comprendí, a partir de un abordaje teórico y práctico, cómo la dificultad para gestionar lo que sentimos puede convertirse en un factor determinante de malestar, bloqueo y estrés. Esa experiencia académica reforzó una idea clave: aprender a gestionar las emociones es tan importante como cualquier otra habilidad que desarrollamos a lo largo de la vida.

En un mundo que avanza a un ritmo cada vez más acelerado, gestionar las emociones ya no es un lujo ni un concepto abstracto reservado a especialistas: es una habilidad fundamental para sostener nuestra salud mental y física. Las emociones son parte constitutiva de la experiencia humana; nos orientan, nos alertan, nos conectan con los demás y con nosotros mismos.

Sin embargo, cuando no las reconocemos y no aprendemos a manejarlas, pueden transformarse en un factor de malestar profundo.

Las principales emociones y su función

Aunque el universo emocional es amplio y diverso, existen algunas emociones básicas que sirven como pilares de nuestra vida afectiva:

Alegría: indica satisfacción, disfrute y conexión. Es la emoción que impulsa la motivación y favorece vínculos saludables.

Tristeza: aparece ante pérdidas o cambios significativos. Nos invita a detenernos, elaborar lo ocurrido y reorganizar nuestro interior.

Miedo: cumple una función protectora; nos alerta del peligro y activa recursos para resguardarnos.

Enojo: señala que algo ha sido transgredido o percibido como injusto. Bien canalizado, impulsa límites y decisiones.

Asco: actúa como mecanismo de defensa ante aquello que nos resulta dañino o potencialmente riesgoso.

Sorpresa: nos ayuda a adaptarnos rápidamente a lo inesperado.

Nombrarlas es el primer paso para comprenderlas. Una emoción reconocida es una emoción que puede gestionarse; una emoción reprimida tiende a intensificarse.

Cuando no las atendemos: el impacto en la salud

Ignorar, reprimir o minimizar nuestras emociones tiene consecuencias que no siempre se observan de inmediato, pero que tarde o temprano se manifiestan. En el plano mental, pueden aparecer ansiedad, irritabilidad, insomnio, desmotivación o agotamiento emocional. En el cuerpo, las emociones no procesadas se traducen en tensiones musculares, dolores de cabeza, alteraciones digestivas, hipertensión, problemas dermatológicos y un sistema inmune debilitado.

El organismo demanda coherencia: lo que sentimos y lo que hacemos necesitan encontrarse. Cuando esa coherencia no existe, la energía emocional acumulada encuentra vías poco saludables para expresarse.

La meditación como herramienta de gestión emocional

Frente a este escenario, la meditación surge como una herramienta eficaz, accesible y respaldada por diversas investigaciones para gestionar las emociones. A través de la respiración consciente, la atención plena y la observación sin juicio, la meditación nos permite:

-Reconocer qué sentimos sin caer en la reacción automática.

-Regular la intensidad emocional, evitando desbordes.

-Comprender los mensajes que cada emoción trae consigo.

-Reducir el estrés fisiológico y psicológico.

-Fortalecer la claridad mental y la capacidad de respuesta.

Meditar no se trata de “vaciar la mente”, sino de crear un espacio interno donde las emociones puedan mostrarse tal como son, sin miedo ni resistencia. En esa pausa consciente encontramos la posibilidad real de elegir cómo atravesarlas.

Un compromiso con la propia salud

Gestionar las emociones no es una estrategia pasajera, sino un trabajo cotidiano que mejora nuestra calidad de vida, nuestras relaciones y nuestra manera de habitar el mundo. En tiempos donde la exigencia externa parece dominarlo todo, volver la mirada hacia dentro se vuelve un acto de salud y responsabilidad.

La invitación es simple: detenerse unos minutos al día, respirar, sentirse, escucharse. Porque cuidar nuestras emociones es, en definitiva, cuidar nuestra salud.

(*) Por Gabriela PascalProfesora en Meditación/ Instructora en Mindfulness

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