El uso del celular atraviesa todos los ámbitos de la vida y se transformó en algo cotidiano desde hace muchos años, al punto que la desconexión a ese tipo de dispositivos puede generar en algunas personas un «sentido de vacío», el cual, según especialistas consultados por Télam, suele provocar angustia, inseguridad, incertidumbre e irritabilidad.
Alberto Trimboli, psicólogo y expresidente de la Asociación Argentina de Salud Mental (AASM), destacó que el avance de internet y de la web 2.0 «potenció adicciones» que ya existían, mientras que «en simultáneo aparecieron otras» propias de la era digital.
En diálogo con Télam, el especialista detalló que hace unos años un adicto al trabajo podía llevarse a su casa una carpeta para trabajar el fin de semana, pero que hoy «alcanza un celular y una conexión a internet para llevarse la oficina completa. Incluso una persona adicta a las compras puede entrar las 24 horas a una aplicación y comprar usando una tarjeta. Lo mismo sucede con el sexo y el juego».
En las últimas décadas, casi sin darnos cuenta, el desarrollo de la tecnología fue sumamente vertiginoso, el celular evolucionó y se impregnó en toda nuestra vida, tanto a nivel recreativo, laboral, académico e incluso para la vida diaria, como en aplicaciones de compra, citas o movilidad.
El problema se presenta cuando nos vemos obligados a desconectarnos de los aparatos, por ejemplo por la falta de internet, y debemos preguntarnos qué le sucede al sujeto que está constantemente con su dispositivo y por qué existe una «sensación de vacío» a la hora de desconectarse.
Trimboli indicó que la «sensación de vacío» es un punto a tener en cuenta porque «es un síntoma de que uno está teniendo un problema con el uso de los aparatos«.
«Suele ponerse en evidencia cuando se viaja a un lugar sin acceso a internet, o en un avión, inclusive en la misma casa cuando se corta la luz o internet», dijo y agregó que, en esas ocasiones, puede aparecer sensación de vacío, angustia, inseguridad, incertidumbre e irritabilidad, algo así como «un síndrome de abstinencia por la falta de uso del dispositivo».
Según el especialista, el límite entre la adicción y el «uso normal» de la tecnología no depende del tiempo de conexión, sino del tipo de relación que se entabla con el dispositivo.
«El problema existe cuando uno no puede parar cuando tiene que parar. Hay que estar atento y detectar cuando el uso del dispositivo se está volviendo el centro de la vida que lo hace ir dejando de lado los aspectos importantes de la vida, como el trabajo, el estudio, la familia y la vida social», señaló.
Trimboli mencionó que es importante observar la presencia de ciertos síntomas para alertarnos, como la necesidad continua de uso de dispositivos, paulatinos cambios de costumbres, trastornos del sueño, abandono de actividades que antes daban placer y de la vida social, como el deterioro en las relaciones familiares, vida laboral o escolar, irritabilidad y angustia ante la falta de conexión.
En ese sentido, el especialista refirió que durante el confinamiento aumentó la tendencia de esta dependencia, pero hay que tener en cuenta que «la conexión virtual en tiempos de distanciamiento físico por la pandemia era la única posibilidad de contacto con la familia, lo laboral y lo educativo».
Por su parte, Santiago Resett, licenciado en educación e investigador del Conicet, dijo a Télam que la tendencia de las nuevas tecnologías a hacerse masivas puede generar ciertos riesgos, pero «no son malas, son muy positivas, nunca hemos estado tan conectados».
Según el investigador suceden dos cosas, en primer lugar al estar tan presentes en todos los aspectos de nuestra vida se genera una excesiva dependencia, y lo segundo es que hay sujetos que se vuelven más dependientes o vulnerables frente a los dispositivos.
«El problema se genera porque muchas veces hay sujetos que por sus características de personalidad psicosocial y cognitiva se vuelven más dependientes y adictos a las tecnologías. Hay sujetos que son más vulnerables a esta adicción», explicó.
Además, el conflicto recae en que muchos sujetos «no la usan para actividades constructivas, sobre todo los más jóvenes», lo que en inglés se denomina «pointless» (inútil).
«Estoy aburrido entonces entro a las redes sociales y empiezo a ver publicaciones y gasto el tiempo en nada constructivo. Las redes sociales muchas veces afectan a nivel psicológico porque estás pendiente todo el tiempo de lo que suben los demás. Pero no impactan de un mismo modo, depende de la personalidad, tu competencia cognitiva, si las usas para trabajar, y la edad. Este último es un factor importante», dijo.
Resett hizo hincapié en las nuevas generaciones que «ya nacen con las redes sociales» y comienzan a utilizarlas cuando son niños a edades que no deberían, y crecen con ellas y, por lo tanto, «nunca supo lo que era vivir sin ellas: las empezó a usar a una edad más vulnerable psicológica, cognitiva y socialmente».
Es por esto que sentimos ese «vacío» cuando nos vemos obligados a desconectarnos de manera forzada: «En investigaciones vemos que el 80% o 90% de los adolescentes y universitarios te dicen que lo primero que hacen cuando se levantan es agarrar el celular».
«La gente más joven está más expuesta porque ya nace con el celular en la mano», advirtió.
Resett calificó esta dependencia como una «pandemia silenciosa» porque los costos que provoca no se observan de manera inmediata. «Es algo contradictorio -agregó-. Por un lado son muy positivas y, por el otro, hacemos un mal uso y no tomamos dimensión de eso».
«Andá a cualquier restaurante, a la sala de un consultorio médico o en el transporte, la mayoría de las personas está con el celular, casi no hablan o interactúan. Estamos perdiendo interacciones con las demás personas«, explicó.
De acuerdo al especialista, las experiencias se sienten «vacías» porque el sujeto no se toma un momento para disfrutar del lugar o experiencia, y está pendiente del dispositivo todo el tiempo, acompañado a esto, existe un término para describir el «miedo» a no tener el celular o contar con conexión a internet: nomofobia.
«Las redes sociales intensifican esto, el miedo de «perderme algo» se potencia porque se amplifica la interacción con los demás. No podés dejar el celular no solo por esta cuestión irracional a perder algo, sino que ya es parte del comportamiento compulsivo de hacer algo todo el tiempo», advirtió.
«Hay que sumar un nuevo aprendizaje sobre cómo manejar los dispositivos tan compulsivamente. Es una cuestión conductual. Hay personas planificadoras que saben desconectarse», afirmó.