La localidad de Rucanelo, ubicada en el noroeste de La Pampa, históricamente atravesó mayores trances por la falta de lluvias, pero el sábado 24 de enero de 1931 afrontó una histórica lluvia que inundó la zona urbana. Familias evacuadas, casas derrumbadas y enormes pérdidas económicas fueron las consecuencias del fenómeno climático, donde el “comentario general” de aquellos pobladores fue que “si la lluvia hubiera caído de noche las consecuencias hubieran sido fatales”, porque se habría “producido una catástrofe con la pérdida de muchas vidas”.
En la edición del viernes 30 de enero 1931, el semanario La Voz del Norte tituló “La lluvia caída el sábado último en Rucanelo, en forma torrencial, causó perjuicios de consideración”, y detalló que los pluviómetros habían contabilizado 239 milímetros.
La crónica periodística detalló que la intensa lluvia comenzó a las 7.30 horas del sábado 24 del primer mes del año 1931, y en una hora y media se alcanzaron los 188 milímetros, pero sumados a los caídos durante la noche previa llegaban a 216 milímetros, y el resto cayó durante la jornada dominguera.
El agua ingresó en casi la totalidad de los edificios del pueblo, incluso en la estación del ferrocarril, pese a estar edificada en una de las partes más altas de la localidad. “Las aguas sobrepasaron los rieles de las vías, llegando hasta el andén e invadiendo las habitaciones y oficinas que inundó en pocos minutos”, publicó el diario castense.
ESCENAS DESESPERANTES
La inundación alcanzó a varias chacras y la colonia rucanelense, provocado un “recuerdo imborrable” entre los pobladores.
El periódico informó que los habitantes vivieron “escenas emocionantes” y padecieron “horas de verdadera ansiedad”.
El corresponsal en la comuna oesteña aseguró que si no fuera por “la gran actividad desplegada por la policía y la eficaz cooperación que prestó un grupo de vecinos, seguramente habría que lamentar numerosas desgracias personales”.
DESESPERADA HUIDA
En uno de los galpones de la Estación ferroviaria vivía el productor José Brignone, quien había arrendado una fracción de tierra a una familia compuesta por nueve personas, y tenía autorización para permanecer en la parcela hasta “que se construyera” la casa. Ahí tenía en el galpón los muebles, ropas y otros objetos familiares; y fuera contaba con numerosos animales, como gallinas, cerdos, ovejas, etc
“Tan pronto como se vieron en peligro, Brignone y su familia se lanzaron al agua que en esos momentos les llegaba cerca del cuello, llevando a las criaturas en los hombros”, y después “de grandes sacrificios por las enormes correntadas” llegaron “hasta la estación”. “El galpón tenía 4 metros de alto y las aguas –en pocas horas- llegaron a una altura de tres metros y medio”, detalló el medio gráfico castense.
EL PÁNICO DE LOS PEINETTI
La familia de Guido Peinetti fue una de las que afrontó las mayores problemáticas, y “salvaron milagrosamente” sus vidas. En la chacra vivían además su esposa y cuatro hijos, y un hermano de Peinetti (NdR: no fue identificado su nombre en la crónica).
El avance de las aguas cercó a los Peinetti. “El hermano (de Guido) transportó en los hombros a dos criaturas a un lugar seguro, después de cruzar con el agua hasta la cintura una distancia de cuatrocientos metros”, publicaron.
Mientras que Guido, su señora y dos hijas subieron al techo de la construcción, porque “las aguas avanzaban en forma vertiginosa” alcanzando rápidamente los tres metros de altura.
El hermano cuando puso a resguardo a sus sobrinos, intentó regresar, pero ya no pudo llegar a la chacra. Entonces e dirigió al pueblo para informar a la policía.
Un grupo de vecinos “se organizó” para asistir a “los Peinetti”, pero tuvieron adversidades. Uno de los vecinos propuso “ir encaramado sobre un tronco, pues a nado era imposible hacerlo después de recorrer cien metros, porque el agua era muy pesada por el barro que arrastraba”. De esa forma pudieron llegar hasta la casa, para primeramente poner “a salvo a las dos criaturas” y después a Guido y su esposa, que se encontraban “presos de pánico -arriba del techo de la vivienda- con el agua hasta las rodillas”.
SALVATAJE DE UNA FAMILIA
A dos mil metros de Rucanelo, se encontraba la chacra de José Vicente, quien tenía una “numerosa familia” compuesta por diez personas. El agua cubrió el interior de la vivienda, alcanzando más de un metro. Esto provocó el desplome de la construcción y dejó a la familia “a la intemperie”.
“Con la angustia que es de imaginar y encontrándose la familia imposibilitada de pedir auxilio, pasó un tren de carga, porque la chacra se encontraba al costado de las vías, y le pidieron socorro al maquinista, el cual se dio cuenta del peligro que corría la familia», por lo cual paró e intentó asistir a los vecinos.
“Pero fue imposible que subieran a los vagones por sus propios medios, porque el agua superaba los rieles de la vía, a pesar de que en ese lugar tiene una altura de dos metros sobre el nivel del suelo”, detalló el semanario.
“El maquinista siguió su marcha hasta la estación de Rucanelo” para avisar a las autoridades, y el encargado del destacamento policial Julio Crego solicitó al jefe de la estación, Jacinto Jorge, la zorra que usa el capataz de vía y junto al sargento Daniel Fernández y varios vecinos “se trasladaron” a la charla y después de “cruzar algunos cables” consiguieron poner a salvo a la familia de José Vicente”.
CASAS DERRUMBADAS
Las familias que habitaban en la zona suroeste y noroeste abandonaron las chacras, aterrados ante el avance de las aguas que alcanzaron varios metros y provocaron perjuicios.
Una de las casas que se derrumbó fue la del comisionado municipal Héctor Cavallini, quien arrendaba –desde hace varios años- una legua de campo. Su casa tenía “cuatro piezas y una cocina, construidas sólidamente” que quedaron “reducidas a un montón de escombros”, donde diez días después todavía acumulaban más de un metro de altura.
El periódico detalló que varias casas se desmoronaron por la fuerza de la correntada del agua caída.
Y 12 días después del diluvio en el campo de Lacau “la alturas del agua se mantienen todavía en 2, 3, 4 y 5 metros en algunas partes”, informó. El galpón donde vivía Brignone estaba construido “sobre un terraplén de 1.50 metros de alto”, pero “las agua estaban aún 1,70 metros por encima de la construcción”.
La casa de Ramón Isla “difícilmente podrá ser habitada por mucho tiempo, a no ser que se produzca una seca largo, de lo contrario para llegar hay que hacerlo por medio de balsas, procedimiento que se está usando”, publicó.
PÉRDIDAS ECONÓMICAS
En la crónica periodística se anticipó que se realizarían gestiones ante el Gobernador del Territorio, Oscar Gómez Palmes, para que se realicen arreglos o reparación de los caminos porque los daños amenazaban con paralizar el acarreo de leña y provocaría enormes consecuencias para las familias de la localidad, que mayoritariamente obtenían sus ingresos en la tarea forestal.
El periódico publicó que el productor Pedro Lacau e hijo, fue uno de los más perjudicados económicamente, porque padeció la destrucción de alambrados y 500 bolsas de semillas de alfalfa, centeno y trigo.
Miles de aves de corral murieron ahogadas, y los productores perdieron las reservas forrajeras que tenían para la siembra.
Detallaron que entre los más damnificados estuvieron los colonos Juan Pedro y Bautista Cena, Jorge Ochiopinta, Ernesto Dagnino, Alejandro Ovialero, Domingo Funes, Esteban Ferrero y Miguel Ferrero, porque en sus chacras –más de 10 días después del diluvio- las aguas aún alcanzaban “un metro y cincuenta centímetros” y “varias (permanecían) completamente anegadas”.
(*) Por Coclete Rosa