El gobierno de Javier Milei concretó la venta del histórico edificio del INTA en Buenos Aires y ya planea desprenderse de más bienes del Estado. En nombre de la «eficiencia», el patrimonio público comienza a desmoronarse.
En otra «hazaña» de gestión del Gobierno de Javier Milei, el histórico edificio del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA), ubicado en pleno corazón de Palermo, fue subastado al mejor postor por USD 18,5 millones. El inmueble, que alguna vez albergó los cerebros más brillantes de la innovación agropecuaria, ahora se convertirá, claro, en un conjunto de lofts de lujo y oficinas, porque, según parece, el mercado inmobiliario es más «productivo» que la ciencia.
La operación fue celebrada como un éxito por la Agencia de Administración de Bienes del Estado (AABE), que no pierde el tiempo en su cruzada de vender propiedades públicas. Sin embargo, las críticas no tardaron en llegar.
Trabajadores y gremios denunciaron la maniobra del gobierno sosteniendo que se trata de un despojo que forma parte de un plan más amplio: liquidar más de 300 inmuebles estatales en todo el país, con la “modesta” meta de recaudar USD 800 millones. Eso sí, lo de reinvertir en ciencia o infraestructura parece no estar en la hoja de ruta.
De la investigación a los ladrillos: el edificio del INTA como ejemplo del ajuste
Ubicado en la esquina de Cerviño y Ortiz de Ocampo, el edificio del INTA era un emblema de la investigación científica aplicada al agro, un sector clave para la economía argentina. Pero, al parecer, las prioridades del Gobierno libertario están más cerca del mercado inmobiliario que del desarrollo tecnológico. Según informaron desde la AABE, la propiedad fue adquirida por la desarrolladora Brukman Mansilla, que destinará los 3.143 metros cuadrados a proyectos residenciales y oficinas.
Mientras tanto, los 100 empleados que quedaban trabajando en el edificio tendrán que buscar otro lugar para desempeñar sus funciones. Total, para el Gobierno, la investigación pública no es más que un gasto. Los 256 puestos que podría albergar el edificio no son motivo de preocupación.
¿Libertad o vaciamiento?
La venta del edificio del INTA no es un hecho aislado. Es parte de un plan sistemático para reducir al Estado a su mínima expresión. En la lista de «logros» también figuran las 27 mil hectáreas de tierras productivas del INTA que el Gobierno planea subastar, muchas de ellas esenciales para la investigación científica y el desarrollo agropecuario. Pero, claro, eso importa poco cuando la agenda parece dictada por intereses privados.
A esto se suma el recorte de personal, con entre 1.500 y 1.700 despidos en carpeta. El INTA, que durante décadas fue un referente en tecnología e innovación, ahora está en peligro de convertirse en una versión deslucida de lo que fue. Por supuesto, las autoridades argumentan que «todo se hace por el bien del país». Aunque, curiosamente, los beneficiarios de estas medidas parecen ser siempre los mismos.
El pasado que vuelve: un deja vu de los ’90
Si estas políticas suenan familiares, es porque ya las vivimos. La época de los ’90, con su frenesí privatizador, dejó lecciones que algunos prefieren olvidar. Los resultados entonces fueron claros: despidos masivos, ajuste presupuestario y un vacío en sectores estratégicos que todavía estamos pagando.
La subasta del edificio del INTA no solo representa la pérdida de un inmueble. Es el símbolo de un modelo que prioriza los negocios privados sobre el bienestar colectivo, que celebra el desguace del Estado mientras promete un futuro que nunca llega. Y así, entre subastas y recortes, el país se queda sin patrimonio público, pero con muchos departamentos de lujo en Palermo. Al menos alguien estará brindando por eso.