El castense “Sonrisa” Flores recordó que su deseo era ser jinete de doma, pero no pudo resistir la oposición de sus padres. “Mi viejo compró el primer caballo de carrera para que no joda más con la jineteada, y ahí arranque hasta cuando se pueda”. “Ahora cuando termino de correr, me voy a mi departamento para ver tranquilo Jesús María, porque me fascina la jineteada”, comentó.
Flores comenzó a trabajar con los caballos a los 15 años en el Haras Alborada de Juan Carlos Brandemann, y ahí lo incentivaron para que vaya a estudiar a Buenos Aires. Los padres no quisieron. Después, se fue a trabajar al Haras Los Vallitos. Con 17 años regresó a Castex para comunicarle a los padres que se iba a Buenos Aires para convertirse en jockey profesional.
Hace nueve años emprendió un viaje incierto, donde atravesó “tropiezos y obstáculos que te pone la vida”, expresó.
Aquel pequeño que se subió llorando a un colectivo en la terminal de Castex, y que obligó al chofer a retrasar la salida del ómnibus para bajarse a tomar agua. Finalmente emprendió el viaje. Y ayer volvió a triunfar en Palermo.