Finalmente sucedió: la UCR y el PRO, que durante una década fueron los socios centrales de la coalición opositora al PJ en La Pampa, irán separados por primera vez en una elección. El hecho marca un quiebre político en la provincia, y aunque hay razones locales que explican la ruptura, el factor detonante fue sin dudas la irrupción de Javier Milei y su espacio: La Libertad Avanza.
El fenómeno libertario desordenó todo el escenario opositor y La Pampa no quedó exceptuada. La UCR y el PRO, como ocurre a nivel nacional, también están partidos por dentro, atrapados entre el desconcierto, la indefinición y los alineamientos tácticos ante un gobierno nacional que los desborda ideológicamente y los erosiona electoralmente. Milei desordenó la agenda, los bloques legislativos y ahora también las estrategias electorales. La alianza entre radicales y macristas no fue nunca del todo buena, pero en los últimos tiempos habían encontrado un camino de unidad frente al PJ. En su mejor momento, terminaron divorciados.
En el radicalismo pampeano, el dilema estaba claro: no avanzar en una alianza con La Libertad Avanza, con la que se tiene diferencias políticas en lo nacional, al menos por ahora. Pero un sector del partido, interpretando el escenario que se perfila para 2027 y más proclive al discurso libertario, intentó forzar una convergencia opositora desde ahora. El problema fueron las condiciones impuestas por los libertarios: llevar el nombre de LLA, el color violeta y el primer lugar en la lista. Inaceptable para los radicales, que pretendían encabezar con un candidato propio. Desde ese momento, las conversaciones quedaron rotas.
El PRO, por su parte, quedó en el medio, sin una definición clara. Por un lado, su alianza estratégica e histórica con la UCR. Por otro, su creciente cercanía -en lo discursivo y lo legislativo- con el gobierno de Milei, que llevó a muchos de sus dirigentes a buscar una integración con La Libertad Avanza. El resultado fue que, ante el caos interno del radicalismo y la falta de un candidato competitivo, el PRO viró definitivamente hacia los libertarios.
El radicalismo apostaba a Martín Berhongaray, excandidato a gobernador y figura con buena imagen pública, para encabezar la lista, unificar al radicalismo y cerrar con el Pro. Pero Berhongaray decidió no comprometerse con el partido, preservarse para 2027, temiendo salir tercero en la elección y evitando de ser electo quedar atrapado en el Congreso, donde cada votación exige definiciones cada vez más duras: con Milei o contra Milei, donde iba a ser difícil que quedara sin mancha. Su salida dejó al radicalismo a la deriva.
Sin candidatos potentes, la UCR quedó sumida en la confusión. Algunos buscaron hasta último momento forzar un acuerdo imposible con los libertarios, casi llegando al boicot de la boleta radical. Y la única dirigente posible que asomaba para salvar la situación, la diputada Marcela Coli, crítica del rumbo mileísta, terminó bajándose por falta de respaldo y exigencias de moderación.
Mientras tanto, comenzaron a aparecer propuestas marginales, voces periféricas que se ofrecían como candidatos sin peso político. Finalmente, los intendentes –cuyo espacio de poder se viene afianzando desde 2023- tomaron el control del proceso interno y dejando al margen a la dirigencia histórica, eligieron al actual presidente partidario y uno de sus referentes, Federico Guidugli, como candidato. El radicalismo pudo maquillar su soledad con una alianza con el único partido que quedaba en pie, el Partido del Frente.
Del otro lado, el PRO se enfrentó a su propio laberinto. Con una dirigencia dividida entre quienes apoyan sin cuestionamientos al gobierno de Milei, y hasta han votado de manera obscena todas sus ocurrencias, y quienes tenían reparos políticos y aún pretendían sostener la alianza provincial, el partido terminó inclinándose por lo primero cuando observaron que Berhongaray con su fuga dejaba a la UCR, y a la oposición, sin chances de negociar. Las condiciones libertarias -que en su momento trabaron un acuerdo con el radicalismo- fueron finalmente aceptadas: el frente se llama La Libertad Avanza, la boleta es violeta, el primer lugar en la lista es para un libertario, y el PRO conserva el segundo lugar. Como ocurre en CABA o Buenos Aires. La decisión es también un salvataje y un sinceramiento ideológico de los amarillos.
La decisión es una apuesta a la supervivencia. La dirigencia del PRO entendió que su base electoral se estaba yendo a Milei y que, en estas elecciones, quedarse afuera del armado libertario podría dejarlos sin representación. Con un segundo lugar en la boleta, aún hay chances de retener la banca que hoy ocupa Martín Maquieyra, si el frente libertario le gana al PJ y la UCR queda afuera de la pelea por el tercer diputado.
Hoy, la UCR y el Pro van divididos a las urnas. El peronismo, que hasta no hace mucho observaba un escenario electoral complicado, ahora respira un poco más tranquilo. La alianza entre raciales y macristas se mantiene institucionalmente, pero electoralmente el quiebre es evidente. El problema de fondo no es sólo el presente: es qué ocurrirá en 2027, cuando llegue el momento de conformar nuevamente una coalición opositora. La gran incógnita será cómo se conformará la nueva alianza esta vez con La Libertad Avanza metida de lleno. Ahí es donde volverá a explotar la discusión. Milei no solo detonó la alianza opositora en La Pampa. También dejó plantada la bomba para el futuro.
(*) Por Norberto G. Asquini – periodista