«Me generaba mucha impotencia y tristeza que me nieguen a despedir a mi abuelo. Sentía que tenía un derecho y nadie me lo podía negar y afortunadamente hubo gente que me entendió», destacó la joven contadora castense Julieta Dapelo. «Fueron 15 minutos que lo pude visitar en una clínica de Santa Rosa, me conoció, nos sonreímos y nadie estuvo en peligro porque cumplimos con todos los cuidados y protocolos», destacó.
Así en La Pampa se generó un hecho que es la antítesis de lamentables episodios ocurridos en Córdoba y San Luis, donde los familiares no pudieron despedir en vida a enfermos terminales de cáncer por disposición de los comités sanitarios que no les permitieron los ingresos a esas provincias.
El aislamiento social establecido para evitar la propagación de la Covid-19 ha generado múltiples inconvenientes. Los casos de Solange Musse en Córdoba y Martín Garay en San Luis, provocaron una fuerte discusión social, después que sus familiares -padre e hijas, respectivamente- no los pudieran despedir en vida por decisión de los comités sanitarios de esas provincias. Estos sucesos ampliamente repudiados en los medios de comunicación y redes sociales, planteó un debate entre las familias de fallecidos y especialistas en cuidados paliativos, que reclaman «humanizar la muerte».
En Eduardo Castex, la joven contadora Julieta Dapelo encontró mayor empatía en las autoridades del Hospital Pablo F. Lacoste y del Ministerio de Salud de La Pampa. Porque permanecía cumpliendo con el aislamiento obligatorio establecido por el programa «Regreso a casa», cuando tomó conocimiento que su abuelo, Héctor Armando Borio (86), agonizaba en un centro de salud privado en la ciudad de Santa Rosa.
Pidió a los funcionarios sanitarios poder «darle el último adiós». Y se dispuso «encapsular» un vehículo para el traslado a la capital pampeana, donde estuvo 15 minutos con su abuelo. A las pocas horas, el vecino castense falleció, y en esa jornada la nieta -coincidentemente- cumplía años.
RELATO EN PRIMERA PERSONA
La joven Julieta Dapelo fue entrevistada cuando se encontraba en España, y no podía regresar porque los vuelos de repatriados se agotaban rápidamente por los argentinos que pretendían escapar a la pandemia que azotaba la península ibérica. Finalmente, pudo regresar. Hacía un año que no tenía contacto físico con sus familiares.
«Cuando llegué a Eduardo Castex tuve que hacer la segunda cuarentena, y pedí si no había alguna forma de poder ver a mi abuelo porque no sabía cuánto iba a durar con vida, y para mí era una situación desesperante porque generaba mucha impotencia y tristeza que me nieguen despedir a mi abuelo», relató la entrevistada.
«Sentía que tenía un derecho de despedir a mi abuelo y que nadie me lo podía negar. Fui encapsulada hasta Santa Rosa, cumplí todos los cuidados y protocolos que me indicaron, tuve un tiempo para verlo y volverme. Si se toman los recaudos y se actúa responsablemente, se pueden hacer las cosas. No es que no se puede y no se hace, porque lo que a vos te queda de no poder despedirte de un familiar es muy doloroso y nunca más te lo vas a poder olvidar», manifestó Julieta.
-¿Será inolvidable ese momento que compartió con su abuelo que se encontraba en un estado agonizante?
-Sí. Te permiten estar 15 minutos con tu familiar. En la Clínica Modelo me estaba esperando una médica, me dieron todos los atuendos para ingresar. Y, sí, la verdad que me siento una agradecida porque estuve y me reconoció. Y es lo más valioso que me queda, porque después al velatorio ya no pude concurrir.
-¿Que sintió cuando surgieron el caso de Solange Musse y Martín Garay en Córdoba y San Luis?
-Cuando lo leí estuve muy mal, porque me puse en el lugar del pobre padre de no poder despedir a su hija. Actuó responsablemente, se hizo el hisopado y que se lo prohíban es muy triste. Después que la hija falleció ya está, porque él quería despedir en vida a su hija. El dolor que sentís y la bronca que te produce, ya no te lo sacan más. No se puede creer la falta de empatía que existe, no puedo creer que pasen estas cosas y solamente pido que dejen de pasar, porque esto sobrepasa los controles y prevenciones del virus.
OTROS CASOS DE “HUMANISMO” EN CASTEX
Fuentes consultadas revelaron que el caso de Julieta Dapelo no fue «un caso aislado», sino que las autoridades sanitarias también intervinieron en otras situaciones -de distintas características- en esta pandemia por Covid-19. «Acá también se actuó con empatía y humanismo», destacaron.
Un joven de 24 años estuvo varado toda la cuarentena en Eduardo Castex. Fue evaluado por dos psicólogas -una de Córdoba y otra de Tierra del Fuego- por riesgo de suicidio. Las autoridades sanitarias dispusieron el hisopado y la asistencia de un médico, una psicóloga local y un psiquiatra, y seguidamente fue trasladado a Córdoba para que regrese a Tierra del Fuego para reencontrarse con su familia, donde fue puesto bajo supervisión y tratamiento intensivo.
El otro caso lo protagonizaron los piquenses Carlos Ferrari y Mónica Funes. El padre de la mujer se encontraba agonizando por una enfermedad oncológica, por lo cual se dispuso un operativo de encapsulamiento y se lo trasladó a General Pico para que pueda despedir a su padre.