Joaquín Salvador Lavado Tejón, más conocido por su apodo, “Quino”, que acuñó su familia para diferenciarlo de un tío del mismo nombre falleció el 30 de septiembre de 2020, varios días después de sufrir un ACV. El día anterior, su criatura más famosa, la contestataria Mafalda había cumplido 56 años.
Quino había nacido en la ciudad de Guaymallén, en la provincia de Mendoza, el 17 de julio de 1932, pero fue anotado exactamente un mes después. Alguna vez contó que su vocación fue mucho más que temprana: “A los 3 años yo ya quería ser dibujante. No tenía claro de qué, recién a los 14 lo decidí y cuatro años más tarde, vine a Buenos Aires y empecé a recorrer las revistas”.
En su adolescencia pasó por la Escuela de Bellas Artes, pero la abandonó “cansado de dibujar ánforas y yesos” y aquella decisión lo ayudó a definirse por el humor gráfico. “Es lo único que sé hacer, lo único que me ha atraído en la vida”, confesó en reiteradas ocasiones.
Recién tres años después de su llegada a Buenos Aires logró vender algunos de sus dibujos. “El día que publiqué mi primera página – dijo recordando su debut en el semanario Esto es, de Buenos Aires – pasé el momento más feliz de mi vida”.
En 1960 se casó con Alicia Colombo y en 1963, logró publicar su primer libro de humor, “Mundo Quino”, una recopilación de dibujos de humor gráfico mudo con prólogo de Miguel Brascó. Por la misma época Quino imaginó a una nena de clase media para publicitar una nueva línea de electrodomésticos llamados Mansfield. Por eso bautizó a su personaje con un nombre que tenía ecos de la marca: Mafalda.
La campaña no se concretó, pero con unas cuantas historietas acopiadas, Quino decidió darle vida a la historia de la nena de melena negra, enemiga acérrima de la sopa.
La presentación en sociedad de Mafalda fue el 29 de septiembre 1964 en las páginas del semanario Primera Plana de Buenos Aires. El personaje y su familia luego se mudaron al diario El Mundo en el que el dibujante llegó a publicar seis tiras por semana. «Es una persona que se interroga sobre el mundo y los males que no se corrigen. Hace las preguntas que me sigo haciendo ahora de adulto, yo quería decir a través de ella lo que veía mal y había que corregir», confesó el dibujante alguna vez y apuntó que aquella sopa que el personaje odiaba nada tenía que ver con las verduras, sino que era una metáfora sobre el militarismo y la imposición política.
Los razonamientos de aquel infante rebelde, crítica del mundo adulto, del capitalismo y los desmanejos de la política internacional pronto sorprendieron a toda América Latina y también viajaron a Europa. El primer libro de recopilación del personaje agotó 5.000 ejemplares en dos días en la Argentina. En 1969 se publicó en Italia “Mafalda la Contestataria”, presentada por el semiólogo Umberto Eco, quien argumenta en favor de sustantivo que acompaña al nombre del personaje: “Si al tratar de definirla se ha usado el adjetivo «contestataria», no ha sido por uniformarse a la moda del anticonformismo a toda costa: Mafalda es de verdad una heroína iracunda que rechaza al mundo tal cual es”. La tira fue traducida a 30 idiomas y lleva vendidos, solo en la Argentina, más de 20 millones de ejemplares.
En 1993 Mafalda se convirtió en la protagonista de dibujos animados en 104 episodios de un minuto de duración, dirigidos por el cubano Juan Padrón, amigo personal de Quino.Esta serie fue luego recopilada en un largometraje de 80minutos de duración.
Ese personaje y otros tantos salidos de la imaginación de Quino le valieron al dibujante la Orden Oficial de la Legión de Honor, la mayor distinción que el gobierno francés le concede a un extranjero y el Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades. «Mafalda diría que soy un traidor a mi personaje yéndome a reunir con los reyes», bromeó días antes de recibir el premio en España.
Sin embargo, en 1973 Quino decidió dejar de dibujar a Mafalda. “Estaba cansado de hacer siempre lo mismo. La decisión pasó hasta por zonas conyugales, porque mi mujer estaba podrida de no saber si podíamos ir al cine, invitar gente a cenar o qué sé yo, porque yo estaba hasta las 10 de la noche con las tiras. Me pareció un buen momento y no me imaginé que tantos años después fuera a seguir vigente”, confesó en una autoentrevista que publicó en su página web, cansado de oír esa pregunta una y mil veces.
Tras su muerte en plena pandemia, los fanáticos de sus trazos agotaron muchos de sus títulos en las librerías porteñas. El primero fue “Todo Mafalda”, que desde entonces tuvo dos reimpresiones. Un milagro editorial que hubiese divertido a la nena rebelde y a su creador.