viernes 29, noviembre, 2024, Eduardo Castex, La Pampa

Femicidio de una joven de Castex: El forense reveló que pudo ser enterrada “aún con vida”

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La segunda audiencia del juicio oral contra Roberto Fabián Lescano por el homicidio doblemente calificado, por haber sido cometido criminis causa y femicidio, en perjuicio de la joven castense María Guadalupe Puebla, comenzó como había concluido el martes; con una nueva controversia entre la fiscalía y la defensa.





Esta vez fue por la incorporación de prueba nueva. El defensor oficial Pablo De Biasi solicitó que declaren seis hermanos de Baigorria y el fiscal general, Máximo Paulucci, planteó que lo hIcieran pero solo con respecto a una cuestión específica. El tribunal, integrado por los jueces de audiencia subrogantes, María Florencia Maza, Néstor Daniel Ralli y Carlos Ordas, admitió los testimonios y los amplió a dos temas puntuales.

Lo que se investiga en esta causa es si Lescano, una persona sordomuda, mató a Puebla con golpes con un ladrillo en la cabeza, entre la noche del viernes 15 de agosto y la madrugada del lunes 18 de 2014, en un en un descampado ubicado en la calle Niñas de Ayohuma, en Santa Rosa. Y, además, si lo hizo para ocultar otro delito, el abuso sexual que cometió contra la mujer y por el que fue condenado a 12 años de prisión.

De acuerdo a la acusación, el imputado habría llevado el cuerpo de Puebla –a quien la fiscalía describió como «una mujer vulnerable, discapacitada y esquizofrénica» y contextualizó el hecho como un caso de violencia de género– hasta otro terreno baldío, en Asunción del Paraguay y Duval, donde el cadáver fue hallado por la policía semienterrado el martes 19 a las 16.30.

Lescano ya tuvo un primer juicio, donde recibió la pena citada por abuso sexual mediando violencia física, agravado por haber existido acceso carnal. Pero aquella vez fue absuelto por el femicidio, pero esa resolución fue revisada por el Superior Tribunal de Justicia, que ordenó un reenvío para que el mismo tribunal –aunque con otra conformación– vuelva a juzgarlo por ese delito.

En la sala de audiencias también estuvieron presentes la fiscala Cecilia Molinari–, acompañando a Paulucci; y el defensor oficial, Juan José Hermúa, en nombre del querellante particular, José Alberto Puebla, padre de Guadalupe.

El Tribunal explicó en la audiencia inicial que, en esta oportunidad, no se permitió el ingreso de la prensa en base al artículo 306 del Código Procesal Penal, que indica que un debate podrá ser a puertas cerradas «cuando la publicidad pudiere afectar el normal desarrollo del juicio, afecte la moral, el derecho a la intimidad de la víctima o testigo, se juzgue a un menor de 18 años, o la seguridad pública». En esta causa, los jueces entendieron que debía ser así porque la muerte de Puebla «está íntimamente vinculada con el abuso» y por ello se afectaría «el derecho a la intimidad» de la víctima. No obstante, como ocurrió en situaciones similares, el Superior Tribunal de Justicia garantiza el envió de información y material fotográfico a los medios.  

Hermanas, forense y amigo.

Tras resolver esa disputa verbal entre las partes, comenzó el desfile de los siete testigos. La primera fue Diana María Puebla (foto), hermana de María Guadalupe. Ambas vivían «en la basura, al lado de los piletones, en una chozita de chapa y nylon», describió. Contó que la última vez que vio con vida a la víctima fue la noche en que fueron a comprar bebidas y las tomaron junto a  Walter Baigorria –sordomudo y novio de María– y un amigo de él, supuestamente menor de edad. «Estábamos en el campito y Lescano pasó y nos espió. Andaba en una moto negra», afirmó la testigo y agregó que «una noche Lescano se quiso propasar conmigo en un boliche».

El policía Marcelo Roberto Trejo declaró porque conoce a Lescano desde chico y no por su tarea profesional. El imputado solía ir a su casa porque su expareja –que también tiene dificultades para hablar y escuchar– lo conocía del colegio. «Yo me comunicaba con él con señas. Él entendía lo que yo le decía y yo le entendía a él». Recordó que ya separado de la mujer, lo llamaron por una circunstancia específica. Fue cuando, de acuerdo a su relato, Lescano le contó que a su expareja «le habían puesto algo en la bebida» y que había sido «para abusar de ella». Y él respondió que comprendió lo que quiso decirle.

Cristina Mabel Merino es dueña de una despensa en la calle Niñas de Ayohuma –ubicada enfrente del terreno donde habrían matado a Puebla– y esposa de Eduardo Suárez, quien declaró ayer. Dijo que conoció a Lescano como cliente. Él iba a comprar «comida, cigarrillos y cerveza» y se hacía entender «por señas y señalando lo que quería». Y acotó que solía andar junto a Baigorria.

El médico forense Juan Carlos Toulouse, que realizó la autopsia del cadáver de Puebla, ratificó que todas las lesiones que presentaba el cuerpo de la víctima fueron ocasionadas «en el mismo momento», que pudo ser enterrada aún con vida, que se vieron heridas defensivas y que el deceso se produjo entre 24 y 30 horas antes de ser encontrada.

Vanina Vanesa Baigorria es hermana de Walter Baigorria y vive a pocos metros del descampado de Niñas de Ayohuma. Relató que vio a Puebla por última vez tomando alcohol, junto a Lescano, en la puerta de su casa el lunes a las dos de la madrugada y que a esa hora «ella se subió a la moto de él» y se fueron. En ese momento, de acuerdo a su relato, su hermano estaba durmiendo. Unos días antes, recordó, Walter tuvo un altercado con Lescano en un boliche porque este habría intentado realizarle tocamientos a María.

Roberto Carlos García es un policía que en 2014 trabajaba en la División Criminalística –lo que hoy es la Agencia de Investigación Científica–. Él ratificó el informe que presentó oportunamente. Afirmó que las manchas de sangre encontradas en las ropas de la víctima estaban secas. Aseguró que no había gran distancia entre el lugar donde hallaron las prendas y el cuerpo, ya que se trataba de un terreno amplísimo. Y reafirmó que el cadáver estaba «en un  terraplén, cerca del cuenco».

Por último, una vecina de Vanina Baigorria calificó a Lescano como «el mudo degenerado», al detallar tres veces en que el acusado la acosó.

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