La producción estuvo marcada por el año electoral, incluso en la ficción. C5N se convirtió en un fenómeno de público, se multiplicaron los programas de preguntas y respuestas, y algunos ciclos renovaron sus miradas.
El que termina quedará en la historia como el año en el que la TV abierta argentina acompañó sin resistencia creativa al ajuste económico y cultural implementado por Cambiemos. La que se va es una temporada en la que no hubo formato innovador en ninguno de los canales de aire. Ni siquiera la fuga de televidentes modificó una tendencia que vuelve pertinente la pregunta sobre si la pantalla chica local pierde audiencia sólo por las transformaciones que se dieron en los consumos culturales, o si acaso se conjuga con una oferta cada vez más estrecha, cada vez menos diversa, cada vez más homogénea, cada vez menos interesante.
Los ciclos de entretenimiento y los programas de panelistas marcaron el andar de una pantalla low cost que se repliega en lo que puede y no en lo que debe aspirar para no seguir perdiendo lugar en los actuales tiempos. Al igual que cualquier otra industria, la audiovisual también sufre una capacidad ociosa alta, que termina atentando contra su capacidad creativa. El retiro definitivo del Estado en la producción y/o financiamiento de contenido televisivo, evidenciado en el vaciamiento de los medios públicos, profundizó la crisis.
Hacer un balance de la TV argentina en tiempos de consumos fragmentados y multimediáticos corre el riesgo de recostarse sólo en el circuito tradicional, sin tener en cuenta su nueva dinámica. La televisión dejó de ser todo aquello que pasaba únicamente dentro del televisor, para asumir otras dimensiones y formas. Si bien la TV dejó de ser esa gran mayoría que reunía multitudes simultaneamente frente al aparato ubicado estratégicamente en el living o la cocina, no es menos cierto que continúa siendo la primera minoría de consumo hogareño en el país. En todo caso, su consumo tradicional pierde audiencia sostenida e ininterrumpidamente desde hace años, pero también suma nuevos e infinitos usuarios en otros formatos, plataformas, redes sociales y cuanta aplicación invada teléfonos o dispositivos móviles. Mientras el consumo audiovisual se expande, la creatividad y la variedad televisiva argentina se empequeñecen.
El cuarto oscuro sin tele
En tanto año electoral, 2019 dejó una confirmación: la TV dejó de ser la «gran electora» para ser apenas un medio que marca la agenda cotidiana, los humores de ciertos sectores, pero lejos está de determinar el voto ciudadano. Al menos en tiempos de una profunda crisis económica como la que se atraviesa, el grueso de los televidentes ya no confunde representación mediática con realidad. El resultado de las elecciones, en un sistema mediático que mayoritariamente acompañó al gobierno de Cambiemos hasta por lo menos el 11 de agosto, resulta ser una prueba irrefutable de que los medios pueden construir «realidades» y delinear perfiles edulcorados de candidatos, pero en el cuarto oscuro la única imagen que se le refleja a cada ciudadano es la propia. No hay blindaje que tape en el tiempo la realidad.
En ese contexto, una de las novedades del año giró alrededor de C5N, la señal informativa de la TV paga que se transformó en un fenómeno de audiencia, al punto de desterrar del primer puesto a TN como el canal de noticias más visto de 2019. Desde marzo, la señal del Grupo Indalo encabeza las mediciones de audiencia en el género, sumando nueve meses consecutivos de liderazgo, con una línea editorial crítica al gobierno de Mauricio Macri que -por virtudes propias y blindajes ajenos- encontró recepción en los televidentes.
De hecho, a lo largo del año se volvió habitual que Minuto Uno, el programa periodístico de Gustavo Sylvestre, se convirtiera en el tercer ciclo más visto de su franja de toda la TV, sólo por detrás de Telefe y El Trece. Un canal que, además, rompió con la mirada porteña-burguesa que suele inundar a la pantalla chica local para darle un espacio a La garganta poderosa, el colectivo de la Villa Zavaleta que realizó informes sobre diferentes aspectos de la realidad para Desafío 20.19, el programa del recordado Marcelo Zlotogwiazda.
Ese mismo cambio en los consumos periodístcos se vislumbró en la TV abierta. No en vano, después de muchos años, Telefe Noticias a las 20 se impuso a Telenoche, la nave periodística insignia de El Trece. Ni la renovación en TN ni en Telenoche modificaron una tendencia que parece obedecer más a líneas editoriales, a manera de interpretar lo que pasa. El año de Intratables, en América, es otra prueba de que los ciclos periodísticos que vivieron de espaldas a los problemas de buena parte de los argentinos, para detenerse en un interminable revisionismo histórico, también sufrieron el poder del zapping.
No fue casualidad, entonces, que el ciclo que este año condujo Fabián Doman – que renovó parte de su staff pero siguió contaminando los debates con efectos de sonido que le quitan toda dosis de seriedad a las opiniones- haya perdido habitualmente con Bendita TV. A la hora de entretenerse, la audiencia eligió al programa de archivo que conduce Beto Casella, por sobre un show periodístico con problemas de agenda y de identidad. Un hecho que se podría extender al resto de la pantalla, teniendo en cuenta que la audiencia de América TV viene en caida y este año El Nueve alcanzó el tercer puesto en varios meses.
Historias de ayer y de hoy
La ficción argentina no pudo escapar a la crisis que afecta a la economía argentina. Si bien se trata de un fenómeno que se arrastra desde hace años, la aceleración en la devaluación del peso y en la retracción de la actividad económica disminuyeron la producción televisiva argentina en el género. La imposibilidad de volver rentable la inversión en ficción que sólo se distribuya en el mercado local, sumado a las nuevas y diversas formas del consumo, llevó a que productoras y canales recurran necesariamente a la coproducción con señales de TV paga y/o plataformas de video on line para la generación de contenido de calidad a gran escala y a la altura de producciones internacionales a las que hoy los usuarios acceden fácilmente. La alianza de Polka o Telefe con TNT, Space, Disney o Cablevisión Flow se volvió habitual en el mercado ficcional argentino.
Ese esquema artístico-financiero le dio sobrevivida al género en la TV abierta, que de otra manera no podría producir series y unitarios de calidad. Sin embargo, el sistema de coproducción actual resultó ser también el talón de Aquiles de la ficción argentina. Una suerte de salvación y karma, teniendo en cuenta que en pos de producir esas series la TV abierta cedió ser la “primera ventana” de exhibición cel contenido, tal como sucedió este año con Tu parte del trato, cuyos episodios se estrenaron en TNT y al día siguiente en El Trece.
Basta ver el rating tradicional de las ficciones bajo este esquema para comprobar su inconveniente: su audiencia en los canales de TV abierta merma -en todos los casos- episodio tras episodio, ante la posibilidad de verlas maratónicamente el mismo día de sus estrenos por otros medios, como en la plataforma Cablevisión Flow, que las ofrece íntegra para ver cuándo, cómo y dónde se quiera. Un dilema entre la producción, la comercialización y la difusión de ficción que habrá que ver cómo se resuelve en el corto plazo.
Más allá del financiamiento, 2019 mostró varias propuestas que estuvieron a la altura del desarrollo de calidad que alcanzaron las producciones internacionales. La biopic Monzón, que Space emitió durante la temporada que se va, fue uno de los puntos más altos. Una propuesta que no sólo contó con la solidez de todos sus rubros técnicos, sino también con un guión que supo entender que la vida de Carlos Monzón trascendió a su faceta deportiva, atravesando el bronce de su figura como boxeador e ídolo para abordarla desde su condición de femicida de Alicia Muñiz. Dos universos de una misma vida que la ficción intercaló con sentido narrativo y social, sin medias tintas ni relato pasteurizado.
Desprendimiento positivo del ajuste económico, la tercera temporada de El marginal volvió a demostrar que la producción de ficciones en temporadas no sólo puede perseguir seguir exprimiendo el negocio, sino que también es un recurso artístico atractivo e interesante a tener en cuenta en la industria local. El riesgo de que la trama quedara atrapada en la forma, en la violencia física y verbal, sin escarbar en las motivaciones psíquicas y socioculturales de sus protagonistas, fue resuelto con un guión que no dio tregua a los amantes de las ficciones carcelarias.
De hecho, El marginal 3 tuvo un promedio de 9,6 puntos en la abandonada TV Pública, cosechando el rating más alto de todas sus temporadas. Su posterior acceso al catálogo de Netflix, incluso, no atentó contra su audiencia en la TV tradicional, más bien retroalimentó su audiencia, y le permitió trascender fronteras: la producción de Underground fue reconocida por los críticos del New York Times como una de las mejores series del año. La cuarta temporada, obvio, ya está en marcha.
No fueron las únicas ficciones unitarias o seriadas que se destacaron en este 2019. Con Tu parte del trato, Polka empezó a plasmar en pantalla una necesaria renovación narrativa, con un thriller psicológico y policial que fue una de las gratas novedades del año. Lo mismo le ocurrió a la productora con El jardín de bronce 2, que para HBO renovó su crédito en la producción internacional. Distinto fue el caso de Otros pecados, un formato de unitarios -con historias que empiezan y terminan en un capítulo, y elencos rotativos- de la misma productora que en la nueva era pasa totalmente inadvertido.
La ficción internacional llegó de la mano de Atrapa a un ladrón, la remake del clásico de Hitchcock que Viacom International Studios coprodujo con Cablevisión Flow en clave de suspenso romántico, pero que sufriió haberse estrenado en medio de la campaña electoral. Si bien se trató de una producción argentina que sólo se vió por Netflix, Apache -la biografía sobre Carlos Tévez- expuso una mirada multifocal sobre la pobreza y la niñez en Fuerte Apache, en la que aún con la violencia en primer lugar supo esquivar la tendencia a la estetización de la marginalidad, gracias a la siempre particular mirada de Israel Adrián Caetano.
La contienda electoral no sólo se inmiscuyó en los ciclos periodísticos. También jugó su papel en la ficción, con el oportuno estreno de El Tigre Verón, la ficción de Polka para El Trece que pasó más inadvertida en audiencia que en repercusión y polémica. Protagonizada por Julio Chávez, la serie contó la vida de un sindicalista malo, corrupto y violento, padre casualmente de “Eva” y “Juando”, que trata de atornillarse de cualquier forma al sillón de la secretaría general de la UTCA. Más allá que con el correr de los capítulos aparecieron matices en su trama, complejizando a sus personajes y al conflicto, su estreno a tres semanas de las PASO, en plena campaña electoral y cuando las presiones sobre una reforma laboral se explicitaban sin verguenza, llevó a que El Tigre Verón terminara siendo rehén de su oportunismo televisivo-político, el mismo que llevó a cabo la productora y el canal cuando en 2011 estrenaron El puntero. Aun cuando se trata de una ficción, imposible separar su veta artística de su contexto de emisión.
En medio de la crisis económica, las tiras diarias y telenovelas tuvieron dos buenos exponentes y bien distintos. Con Argentina, tierra de amor y venganza, Polka hizo lo que por lo general la TV abierta no hace: arriesgarse a una súper producción de época, en un culebrón de costos altos pero de temática atractiva para el grueso de la audiencia que mira TV abierta en la actualidad. Una apuesta que se convirtió en la ficción de larga duración más vista del año. A su vez, Pequeña Victoria en Telefe plasmó una historia actual y moderna, que apeló a la emotividad a partir de mujeres que pelearon por lograr su libertad, que lucharon por decidir, que se «parieron» rodos los días, derribando los prejuicios sociales alrededor de la maternidad compartida, el alquiler de vientre y las identidades sexuales. A lo largo de sus 61 episodios, la ficción atrajo audiencias y abrió cabezas. No es poco. En ambos casos, correrse de lo usual tuvo su recompensa.
Producto de una industria que va a lo seguro más que consecuencia de la crisis económica, las ficciones argentinas de 2019 pecaron de un problema que se no por repetido es necesario remarcar: la reiteración de actores y actrices que año tras año son convocados para, en muchos casos, interpretar a personajes similares. La renovación actoral sigue en deuda, pese al esfuerzo que desde roles secundarios este año hicieron Mercedes Funes o Lorenzo Ferro, por citar dos casos. El escenario mediático actual necesita no sólo de nuevas historias y lenguajes, sino también de renovados intérpretes para roles protagónicos. La crisis económica tampoco aceleró el recambio generacional. En este punto, bien vale destacar un nombre que se coló entre los mismos de siempre: Mariano Hueter, que como director sub 30 estuvo detrás de dos ficciones bien diferentes y sólidas en su género, como El mundo de Mateo (TV Pública) e Inconvivencia (Telefe).
Entretener, premiar y castigar
Acorde a las crisis, la TV 2019 vio multiplicarse en cantidad de horas a ciclos de preguntas y respuestas que muchos vieron no sólo como maneras de enteretenerse sino como posibles trampolines para mejorar sus dificultades económicas. A Mejor de noche con Leo Montero en El Nueve y a los clásicos programas «tapa agujeros» de Guido Kaczka en El Trece (Otra noche familiar, El perro del millón, Cinco pasos y una ayuda), se le sumó en horario central de Telefe ¿Quién quiere ser millonmario?, una versión edulcorada y emocional del formato internacional. Un ciclo que explotó al máximo su contexto social, erigiéndose como «solución mágica», cuando una bióloga del Conicet fue al concurso, ganó 500 mil pesos, y señaló que iba a utilizar el premio para la investigación de la cura del cáncer, ante la falta de financiación estatal. La tele reemplazando al Estado en el prime time. Otra imagen de 2019.
El andar de las figuras de la TV vernácula fue dispar. Tal vez porque sus programas envejecen al igual que los televidentes de la tv tradicional, tanto Susana Giménez como la versión low cost de ShowMatch cosecharon buenos números de rating y mejoraron su mal 2018, aunque lejos estuvieron de sus mejores temporadas. Un dato positivo de este 2019 es que la «ola verde» comenzó a deconstruir, tímida pero invariablemente, el discurso televisivo en ciclos en los que hasta hace poco la perspectiva de género brillaba por su ausencia, como el de Marcelo Tinelli. Distinto fue el caso de Mirtha Legrand, la diva que prefirió convertir a sus cenas y almuerzos en encuentros de invitados oficialistas que espantaron audiencia. Una decadencia que, tanto el más variado Ph con Andy Kusnetzoff, como el musical familiar La peña de Morfi, en Telefe, supieron aprovechar.
Por último, aunque no por eso menos importante, es imposible repasar el 2019 televisivo sin detenerse en la nefasta gestión de la TV Pública. Sin noticieros durante los fines de semana, sin criterio artístico, casi sin producción y audiencia, la política de Cambiemos en el canal estatal se resume en dos palabras: abandono y vaciamiento. Una pantalla que, además, terminó siendo escenario para la contratación de periodistas, intelectuales y productores cercanos al gobierno de Cambiemos, a los que se premió con contratos en programas de escaso atractivo televisivo. La erogación por más de 10 millones de pesos para la realización de nueve capítulos de la segunda temporda de Vas a viajar en mi sidecar, de Federico Andahazi, sirve como muestra de las consecuencias de la política que Cambiemos implementó en los medios públicos, cerrando áreas y ajustando a trabajadores, para tercerizar producciones millonarias a profesionales ideológicamente afines. Un mal que, al igual que 2019 para la mayoría de los argentinos, la TV Pública necesita dejar atrás lo antes posible.
(*) Por Por Emanuel Respighi – Página 12