4 de Julio de 1807 – Las fuerzas inglesas al mando del Teniente General John Whitelocke, ponen sitio a la Ciudad de Buenos Aires. Habían desembarcado en Ensenada el 28 de Junio y en su avance derrotaron a una fuerza local muy inferior en número. Parecía que todo estaba perdido, pero Whitelocke decidió esperar; suspendió el avance de Craufurd hacia la ciudad y exigió rendición inmediata. Les dio a los porteños tres días, que los criollos utilizaron para organizarse militarmente.
El alcalde de Buenos Aires, Martín de Álzaga, ordenó montar barricadas, pozos y trincheras en las diferentes calles de la ciudad por las que el enemigo podría ingresar. Reunió todo tipo de armamento y continuó los trabajos en las calles bajo la luz de miles de velas.
En la mañana del 5 de Julio, la totalidad del ejército británico volvió a reunirse en Miserere. Confiado de la supremacía de su ejército, Whitelocke dio la orden de ingresar a la ciudad en 12 columnas, que se dirigirían separadamente hacia el Fuerte y Retiro por distintas calles. En un alarde innecesario, llevaban orden de no disparar sus armas hasta llegar a la Plaza de La Victoria.
Sin embargo, los invasores se enfrentaban a una Buenos Aires muy diferente a la que se había rendido ante Beresford. Según cuenta el general inglés G. E. Miles, los vecinos en la calle San Pedro arrojaron sobre las cabezas de los famosos «casacas rojas» del Regimiento de infantería N° 88, piedras y líquidos hirviendo, los que serían según algunos autores agua, o más frecuentemente se menciona aceite, o grasa vacuna derretida, la cual era muy económica, y estaba disponible para freír alimento en todas las casas. Liniers y Álzaga habían logrado reunir un ejército de 9000 milicianos, apostados en distintos puntos de la ciudad. El avance de las columnas se vio severamente entorpecido por las defensas montadas, el fuego permanente desde el interior de las casas y desinteligencias y malos entendidos entre los comandantes británicos. Whitelocke vio cómo sus hombres eran embestidos en cada esquina. Mediante la lucha callejera, los vecinos en el centro de Buenos Aires superaron la disciplina de las famosas «casacas rojas». No obstante, tras una encarnizada lucha los ingleses se apoderaron de la Residencia y el Retiro, donde fue herido mortalmente el teniente de navío Cándido de Lasala pero perdieron también entre muertos y heridos unos 1070 hombres.
Cuando la mayoría de las columnas habían caído, Liniers exigió la rendición. Craufurd, atrincherado en la Iglesia de Santo Domingo, rechazó la oferta y la lucha se extendió hasta pasadas las tres de la tarde. Whitelocke recibió las condiciones de la capitulación hacia las seis de la tarde ese mismo día.
El 7 de Julio, el general inglés comunicó la aceptación de la capitulación propuesta por Liniers y a la cual, por exigencia de Álzaga, se le había añadido un plazo de dos meses para abandonar Montevideo. Las tropas británicas se retiraron de Buenos Aires; abandonarían la Banda Oriental recién el 9 de Septiembre.