La UCR, nuevamente y como se preveía, se impuso el domingo al PRO en la interna para gobernador de Juntos por el Cambio en La Pampa. El resultado fue festejado por la dirigencia radical, que nuevamente saca chapa de ser la principal oposición al peronismo. Y por el radicalismo nacional, que celebró haber ganado la primera instancia electoral del año, aunque haya sido modesta, y cuando todavía faltan meses para las presidenciales. En el PRO hubo caras de decepción, si bien mejoraron su performance con respecto a otras elecciones.
Este lunes, cuando baje la espuma y hayan pasado las lecturas exitistas de los medios nacionales, comenzará a pensarse objetivamente qué es lo que dejó el resultado.
Tenemos que analizar esta interna comparándola con la de febrero de 2019, que fue similar, y con las expectativas generadas por el triunfo de JxC en las legislativas de 2021.
Vamos a una lectura general: ya sea porque no eran obligatorias, o por la ola de calor, o por lo que fuese, esta interna tuvo unos 27.700 votos positivos. Una cifra por debajo de los 28.700 votos positivos que se obtuvieron hace cuatro años. Aquellos opositores envalentonados en 2021 por un triunfo en La Pampa que se quería repetir en 2023, pusieron ahora freno de mano: apenas el 10% del padrón electoral fue a votar el domingo por la alianza que parece representar un «cambio» en la provincia. O al menos la alternancia con el peronismo.
Los números marcan también que la oposición, más allá de sus discursos victoriosos, está «congelada» en el escenario político pampeano. No avanzó más allá de lo que tenía hace cuatro años. Solo el empuje de la agenda nacional, el efecto arrastre del escenario a nivel país, es el combustible electoral para poder acercarse al peronismo. Cuando se provincializa, pierden el encanto.
La UCR sostiene tras el triunfo del domingo, como ha sido hasta el momento, su espacio como principal espacio opositor. Le puso un nuevo freno a los intentos del PRO por avanzar. Sin embargo, aunque el triunfo lo disimule, los votos conseguidos marcan un retroceso en el plano electoral para las filas radicales.
La UCR ganó con el aparato. Desde los comités y los intendentes propios hasta las cajas de mercaderías prometidas para el día lunes (algo que hacen todos) apuntalaron el resultado frente al relato del PRO. Que igualmente aprendió la lección de 2019 y había hecho los deberes, pero no le alcanzó ante el empuje de un radicalismo con raíces históricas y territoriales.
La UCR ganó, pero el PRO acercó posiciones. En 2019, Daniel Kroneberger se impuso por una gran diferencia a Carlos Mac Allister: cosechó 18.891 votos contra 9.881. Ahora Berhongaray obtuvo 15.500 frente a 12.000 de Martín Maquieyra. La diferencia pasó de 9.700 votos a 3.500. La UCR bajó del 65,7% al 56,3% y el PRO creció el 34,3% al 43,7%. No le alcanzó al PRO, y lo sufre, pero acortó 9 puntos.
Hace cuatro años, el mapa electoral se cubría de puntos rojos, con victorias radicales en todos los pueblos. Ahora ese escenario quedó más repartido con un poco más de amarillo, un hecho antes impensado.
La mitad de la diferencia que le dio el triunfo a Berhongaray (1.500 votos) se lo debe a Santa Rosa. Y acá otra lectura para la geografía electoral: el radicalismo terminó centralizándose en la capital provincial, donde tres apellidos tradicionales, todos santarroseños, como Berhongaray, Torroba y Altolaguirre, fueron las caras del triunfo en los medios del domingo a la tarde. Como dijimos, el espectro opositor, con la UCR triunfante, muestra una faceta «congelada» de la política a la que le cuesta renovarse para enfrentar al peronismo.
Como indicamos arriba, el cambio es un espejismo en La Pampa. Ni los votos, ni la dirigencia, lo acompañan. Y los números del domingo dan la razón.
(*) Por Norberto G. Asquini