Es una semana de emociones fuertes y encontradas en la provincia. El Covid-19 llegó a La Pampa desatando la furia del gobernador Sergio Ziliotto sobre aquellos que no se cuidaron y llevaron a declarar el regreso a la Fase 1 en Santa Rosa-Toay, General Pico y otras localidades. Están las voces que se quejan por esto, pero también el dedo que apunta a las irresponsabilidades individuales que se tornan males sociales.
Privilegios y contagios
El evidente enojo del gobernador tuvo su causa y él apuntó directamente a quienes introdujeron el coronavirus a la provincia. Ya se sabía que podía llegar por el relajamiento y las reuniones sociales, y romper así la situación de privilegio que sustentaba La Pampa conseguida con el esfuerzo de todos y todas. Los contagios iniciales se produjeron en dos encuentros en Pellegrini con pampeanos y pampeanas, un asado en un campo con jóvenes de clase media de Catriló y otro con un empresario agropecuario de General Acha.
Fueron los dos focos, uno que se expandió y el otro que pudo estallar y quedó contenido, que comenzaron de la mano de personas con posibilidades de circulación por su actividad y los medios para hacerlo. De ahí en más, con el coronavirus en Catriló, ya cualquiera (que no tome recaudos) se contagia. El caso del empresario tuvo aristas de mayor irresponsabilidad y da muestras de cómo se manejan quienes piensan que gozan de ciertos privilegios: ya enfermo se reunió el Día del Amigo con varias personas en Santa Rosa, entre ellos un funcionario provincial (y de Salud) y dos jueves y un fiscal, cuando no estaban permitidos los encuentros después de las 20 horas.
El mensaje posterior de Ziliotto quedó bien en claro: hizo renunciar al funcionario que participó de la reunión social con el afectado por coronavirus y denunció a los jueces y al fiscal. Las autoridades son las que tienen que dar el ejemplo. Esa jornada fue el día de furia del mandatario por todo lo que implicaba esa situación.
Lo dejó bien en claro al diferenciar aquellos que están expuestos al coronavirus por sus actividades esenciales (como personal de salud y policial o camioneros) y pueden llegar a contagiarse, y aquellos que lo trajeron por imprudencia y que gozan de una posición social más privilegiada. El Covid-19 no llegó por trabajo, llegó por imprudencia.
Subespecies anticuarentena
Ziliotto en su discurso del martes le apunto a los anticuarententa por militancia y a los irresponsables por omisión. Los primeros son los opositores que vinculan cuarentena y peronismo. Como indica el politólogo Ernesto Calvo, la posición política influye en la percepción de riesgo frente al Covid-19: los seguidores de Alberto Fernández le temen al coronavirus, los de la oposición al desempleo. Los primeros tienden a cuidarse, los segundos a evitar los controles.
Los irresponsables por omisión son un amplio abanico de desobedientes que van desde los confiados a los ignorantes, de los indiferentes a los inadaptados y transgresores. Todos, de alguna manera u otra, asumen su irresponsabilidad. Todos, de alguna u otra forma, conocemos a una de estas subespecies con las que nos cruzamos diariamente.
Ziliotto aplicó la que debía hacer para evitar la circulación del virus y que fue volver a Fase 1 en los lugares más afectados. Medida antipática, pero necesaria. Son tiempos de excepcionalidad. La expansión en pocos días alarmó a las autoridades por lo que implican contagios masivos. Fue lindo mientras duró esa frágil realidad de una provincia ajena al Covid-19.
Los desobedientes y la tormenta
Un regreso a Fase 1 luego de recuperar cierta “normalidad” conllevó también la aparición de voces críticas y desobediencias. Están los comerciantes que habían podido abrir sus negocios y ahora los tiene que cerrar. Están los opositores con argumentos tan variados que van desde los que se quejan por un Estado que coarta libertades, hasta los que ponen el acento en que debía ser el Estado el que tendría que haber controlado que no hubiera contagios. O sea, es culpa de mucho o de nada de Estado. Es culpa del peronismo.
Ya lo había advertido Ziliotto cuando se flexibilizó la cuarentena: ahora la responsabilidad era social. Esa muralla se traspasó con el brote. La vuelta a la fase 1 lejos está de convertir al gobierno pampeano en un Estado gendarme. La necesidad reforzó la función del Estado protector, aunque sus medidas afecten a determinados sectores pensando en el bien común.
Ziliotto, como le pasó a cualquier gobernante, no tenía en sus planes este presente de dimensiones desconocidas. Menos a tres meses de haber asumido. En los planes del mandatario había un Estado con proyectos, no un Estado de control y prohibiciones. No hay libreto para enfrentar una pandemia. La tormenta perfecta está sobre nosotros.
(*) Por Norberto G. Asquini (periodista e investigador)