«Los talibanes ganaron», aseguró el ahora exmandatario de Afganistán, Ashraf Ghani, horas después de escapar de la capital. Tras su salida se puso en marcha un consejo de transición para luego entregar el poder a los islamistas radicales.
Los talibanes recuperaron este domingo el control de Kabul con la entrada de sus combatientes en la capital afgana, mientras el presidente Ashraf Ghani abandonaba el país para evitar «un baño de sangre». «Los talibanes ganaron» y «ahora son responsables del honor, de la posesión y de la autopreservación de su país», admitió Ghani mientras esquivaba las críticas por su escape rápido y silencioso. Tras 20 años de intervención militar y en franca retirada del territorio afgano, Estados Unidos tomó las riendas del control del tráfico aéreo en el aeropuerto de Kabul para facilitar sus evacuaciones y las de sus aliados.
Después de una semana en la que los insurgentes fueron tomando una tras otra casi la totalidad de las 34 capitales de provincia afganas ante una casi nula resistencia del gobierno afgano, el domingo amaneció con la noticia de que los talibanes ya se habían apostado al norte, oeste y sur de los límites de Kabul. El pánico estalló entonces en la capital, con las autoridades afganas pidiendo a todos los funcionarios que abandonen sus puestos de trabajo y vuelvan a sus hogares, mientras cerraban comercios y bancos y se producían grandes embotellamientos.
Tras la noticia de la huida de Ghani, los talibanes anunciaron al caer la noche del domingo que iban a ingresar a Kabul para impedir saqueos luego de que la policía afgana abandonara las comisarías y otros puestos. A través de la televisión estatal se difundieron imágenes de combatientes que clamaban «victoria» dentro del palacio presidencial. Según precisaron tres responsables talibanes de alto rango, previamente allí mismo se había celebrado una reunión sobre la situación de la seguridad en la capital de Afganistán.
Un vocero de Ghani informó a la cadena Al Jazeera que los talibanes ofrecerán una amnistía a quienes trabajaron con el gobierno y el ejército. En ese contexto, luego de la salida del presidente afgano el poder se traspasó a un consejo de transición integrado en particular por el jefe del Alto Consejo para la Reconciliación Nacional en Afganistán, Abdullah Abdullah, y el expresidente Hamid Karzai, que más tarde entregará el destino del país a los talibanes. Los insurgentes ya advirtieron que esperan lo antes posible «un traspaso completo» del poder.
En las redes sociales se publicaron videos en los que aparecen grupos de combatientes talibanes fuertemente armados patrullando las grandes ciudades del país, con banderas blancas y saludando a la población. «Tomamos nota del retorno de los talibanes en Afganistán, y esperamos que su llegada traiga paz y no un baño de sangre. Recuerdo, cuando era niño, las atrocidades cometidas por los talibanes», dijo Tariq Nezami, un comerciante de 30 años del centro de la capital sin demasiada esperanza.
Evitar un «baño de sangre»
El expresidente Ghani justificó su decisión de salir del país para evitar «un baño de sangre». «Los talibanes ya habían declarado que, para expulsarme, estaban dispuestos a llevar a cabo ataques contra la ciudad de Kabul y sus ciudadanos. Por eso pensé que era mejor marcharme», aseguró el presidente en un comunicado. Ghani afirmó que se trató de una «decisión difícil» al tener que elegir entre enfrentarse a los talibanes que querían entrar en el palacio presidencial o salir del país al que dedicó su vida.
Ghani insistió en que los talibanes deben garantizar la seguridad de todos los residentes del país y ganar la legitimidad con «todas las personas, naciones, diferentes sectores, hermanas y mujeres del Afganistán». El ahora expresidente no precisó cuál será su país de destino, aunque se supo que haría una escala en Tayikistán.
El ministro de Defensa afgano, Bismillah Mohammadi, quien sufrió la semana pasada un ataque talibán a su residencia en Kabul, culpó sin excusas al exmandatario. «Nos ataron las manos a la espalda y vendieron la patria, maldito Ghani y su pandilla», disparó.
Operativo en la embajada estadounidense
Estados Unidos arrió el domingo su bandera en la embajada en Kabul y casi todo su personal fue enviado al aeropuerto, donde fuerzas estadounidenses asumieron el control aéreo. «Actualmente estamos completando una serie de pasos para permitir una salida segura de Afganistán del personal estadounidense y aliado en vuelos civiles y militares», dijeron los departamentos de Estado y Defensa en una nota conjunta.
El secretario de Estado de EE.UU., Antony Blinken, había asegurado previamente a la cadena ABC: «Estamos transfiriendo a los hombres y mujeres de nuestra embajada al aeropuerto. Por esa razón es que el presidente envió fuerzas armadas». En efecto, Joe Biden ordenó el envío de seis mil soldados para colaborar con las tareas de evacuación. El Pentágono calcula en 30 mil el número de personas que deberán ser evacuadas.
Muchos trazaron paralelismos entre las imágenes de helicópteros estadounidenses evacuando su embajada en Kabul con la aún más caótica huida de Estados Unidos de Saigón tras su derrota en Vietnam. «Esto no es Saigón», respondió Blinken, quien aseguró que la misión en Afganistán fue «exitosa».
Otros países como Canadá, Alemania, Reino Unido o España también anunciaron el inicio o la próxima evacuación de parte del personal de sus embajadas y de otros ciudadanos afganos con sus familias que trabajaron codo con codo con ellos. El primer ministro británico, Boris Johnson, instó a sus aliados occidentales a adoptar «una posición común» frente a los talibanes «para evitar que Afganistán vuelva a convertirse en un terreno fértil para el terrorismo».
20 años de guerra
El colapso del ejército afgano que permitió a los combatientes talibanes tomar el control de Kabul mostró los errores cometidos durante 20 años por Estados Unidos al gastar miles de millones de dólares en Afganistán. Los funcionarios estadounidenses prometieron reiteradamente que seguirían apoyando al ejército afgano después del 31 de agosto, la fecha anunciada para completar la retirada de las tropas norteamericanas, pero nunca explicaron cómo lo harían a nivel logístico.
Los talibanes gobernaron Afganistán entre 1996 y 2001. Ese año fueron derrocados por una coalición liderada por Estados Unidos y la OTAN en el marco de la «guerra al terrorismo» islámico lanzada por Washington tras los ataques del 11 de septiembre que fueron reivindicados por el entonces jefe de Al Qaeda, Osama Bin Laden, asesinado por un comando del ejército estadounidense diez años después.