Sus hermanos le dijeron que jamás podría hacerlo pero ella los desafió y le puso el cuerpo a su amor por los autos. Después de ella, solo cuatro mujeres entraron a los circuitos de alta competición.
No hay mujeres en la Fórmula 1 o son tan pocas que se pueden contar con los dedos de una mano, dicen las voces de los boxes cuando nombran a Bianca Bustamante, una joven filipina de diecinueve años que es noticia desde hace algunos días porque se sumó al programa de desarrollo de pilotos de una escudería inglesa.
Entre esas “pocas” que la genealogía echa de menos aparecen los nombres de Lella Lombardi, Divina Galica, Desiré Wilson, Giovanna Amati y Maria Teresa de Filippis, la primera automovilista que corrió una carrera de Fórmula 1.
Maria debutó en 1958 en el Gran Premio de Bélgica manejando el Maserati 250F con el que Fangio había salido campeón un año antes. Llegó 10º, dos vueltas después de Tony Brooks, el ganador.
Aquel día Maria Teresa no solo fue la primera mujer en correr una carrera, sino que además también fue la primera en completar todas las vueltas y cruzar la línea de meta, más que una hazaña. ¿Pero, quién era Maria Teresa?
Nació en Nápoles, era la hija de un aristócrata rico y la hermana de dos varones con los que competía habilidades al volante y quienes creían que la “nenita” a la que le gustaban más los caballos que los autos no podía ganar ninguna carrera. No solo pudo, sino que lo hizo arriba de un Fiat 500. Después se compró un Urania.
Antes de clasificar para al Gran Premio de Bélgica corrió la Copa Ascoli, Mil Millas, Castello y Cidonio, una previa prometedora para los Grandes Premios que la esperaban en Portugal y en Italia, aunque su puntuación no volvió a correr con la misma suerte belga.
Después de intentos fallidos en Mónaco y en Francia donde le dijeron: “El único casco que una mujer debe usar es el de la peluquería”, ya no hubo más cronómetros, banderas ni posiciones y abandonó las carreras. Un accidente que lesionó su oído izquierdo y la muerte de algunos amigos en las pistas, confirmación la decisión y el peligro al que se exponía. Quizás hubo otros motivos que Maria calló, no lo sabemos, los recuerdos atemperados suelen encubrir verdades y razones.
La napolitana que compartía velocidades con Peter Collins, Piero Taruffi y Stirling Moss, entre otros, y que hacía temblar a su madre cada vez que pisaba el acelerador, decía que no comprendía por qué no había más mujeres en la Fórmula 1: “no entiendo, los coches son mucho más fáciles de conducir que en mi época» y mientras lo decía desafiaba a las ausentes reclamándoles un corazón valiente. ¿Era un reto o una plegaria? ¿Cuánto falta para que se acomode el día, se acelere el ritmo cardíaco y la velocidad acompañe? ¿Cuánto para que veamos a una mujer correr un Gran Premio? ¿Y a más de dos?
(*) Por Marisa Avigliano (Página 12)